Si se hace sonar un diapasón para que produzca una frecuencia de 256 ciclos por segundo (o sea el DO intermedio) cerca de otro diapasón que tenga la misma frecuencia natural, éste comenzará a vibrar suavemente al unísono con el primero , aunque no se le toque para nada. La energía ha pasado del uno al otro . Un insecto sin oídos no sería capaz de percibir el sonido del primer diapasón , pero si estuviese posado sobre el segundo, no tardaría en captarlo.
Un acontecimiento en el cosmos pone en vibración ondas electromagnéticas que atraviesan el espacio y crean otra vibración equivalente por resonancia con alguna parte de la Tierra que tenga la misma frecuencia natural. La vida puede reaccionar directamente a estos estímulos, pero más a menudo reacciona resonando en simpatía con parte de su medio ambiente inmediato. Una luz intermitente de la misma frecuencia que un ritmo cerebral produce efectos alarmantes de resonancia aunque la fluctuación sea demasiado rápida para que podamos verla. Un campo eléctrico o magnético muy débil se hace perceptible porque resuena a la misma frecuencia que el campo de vida del organismo que reacciona a él. De esta manera, estímulos sumamente sutiles y demasiados pequeños para impresionar los sentidos normales se amplían y llegan a nuestra información.
En la mayor parte de los instrumentos musicales, el sonido se produce por medio de cuerdas, membranas estiradas, varillas o cañas y parte importante de todos ellos es una estructura que amplía el área de contacto que estos vibradores tienen con el aire. Una cuerda de guitarra va acompañada de una caja de resonancia, y la caña de un clarinete lleva un tubo . La forma de la estructura determina la manera en que el aire va a resonar, y la calidad del sonido. transmite Forma y función van íntimamente relacionadas no sólo para quien transmite la señal sino también para el que la recibe (Kiai en JUDO). Si éste quiere oir como es debido el sonido, no puede quedarse metido en una habitación de forma poco propicia, ni colocarse un casco de motociclista.
En resumidas cuentas, la sensibilidad al sonido depende de las vibraciones que llegan al fluido del oído interior, pero tienen que ser recogidas primero por el oído exterior. El pasaje que comunica el oído humano con el mundo exterior tiene la forma de un embudo cuyas paredes forman un ángulo de unos 30 grados con el tímpano. Es exactamente el que mejor se presta para ampliar los sonidos en el campo crítico. La trompetilla de estilo antiguo más popular, y por lo tanto, posiblemente la más eficiente para la audición, es la que tiene también un ángulo de 30 grados . Podría ser una mera coincidencia, pero lo dudamos.
Como se sabe, el sonido es una vibración que sólo puede transmitirse por un medio elástico; no puede viajar a través del vacío. Las ondas electromagnéticas atraviesan el espacio libre , y sabemos mucho menos de los factores que regulan su resonancia. Sin embargo, hay un indicio extraordinario de que la forma puede ser importante para recibir los estímulos cósmicos. Procede de esos monumentos que han apasionado tanto a los místicos a lo largo de los siglos, las pirámides de Egipto.
Situadas en la margen occidental del Nilo, las pirámides fueron construidas por los faraones hacia el año 3.000 a. de J.C. para que les sirviesen de tumba. Las más famosas son las de Gizéh, erigidas durante la IV dinastía; la mayor de ellas albergó el cadáver del faraón Khufúm, más conocido por el nombre de Keops. Hoy se la denomina la Gran Pirámide. Hace algunos años fue visitada por el investigador francés Bovis, quien fue a refugiarse del sol del mediodía en la llamada Cámara del Rey, situada en el centro de la pirámide, a un tercio exactamente de su altura, comenzando por la base. Encontró en ella una humedad desusada, pero lo que realmente lo sorprendió fueron los botes de basura depositados allí, y que contenían, además de los desperdicios y la suciedad dejada por los turistas, los cadáveres de un gato y de algunos animalitos del desierto que, perdidos en el interior de la pirámide, dieran en morir allí. Pues bien, a pesar de la humedad, ninguno de los cuerpos se había corrompido, sino simplemente secado y momificado. Se puso a pensar si, en efecto, los faraones habían sido embalsamados con tanto esmero por sus súbditos, o si no sería más bien que en las pirámides mismas había algo que conservaba los cadáveres en condición de momia.
Bovis construyó un modelo exacto a escala de la pirámide de Keops y la colocó como está en el original, con los lados de su base enfrente exactamente del Norte y Sur, y del Este y Oeste. Dentro del modelo, a la tercera parte de su altura, metió un gato muerto. Al ver que se había momificado, llegó a la conclusión de que la pirámide estimulaba la deshidratación rápida de los cadáveres. La noticia de este descubrimiento llamó la atención de Karel Drbal, ingeniero de radio de Praga, quien repitió el experimento con varios animales muertos y dedujo lo siguiente: “Hay relación entre la forma y el espacio interior de la pirámide, y los procesos físicos, químicos y biológicos que se desarrollan dentro de la misma. Utilizando formas convenientes , podemos lograr que los procesos se aceleren o se retrasen.”
Recordó Drbal una antigua superstición, según la cual, si se dejaba a la luz de la Luna un cuchillo, se mellaba su filo. Colocó una hoja de afeitar bajo su pirámide modelo, pero, al ver que no ocurría nada, siguió afeitándose con ella hasta que se melló, y entonces volvió a meterla en la pirámide. Con gran sorpresa vio que había adquirido de nuevo su agudo filo.
El filo de una hoja de afeitar tiene estructura cristalina. Sus cristales están casi vivos, puesto que crecen reproduciéndose. Cuando se embota el corte de una hoja, algunos de los cristales de su filo, que sólo tienen una capa de espesor, desaparecen por roce. Teóricamente no hay razón para que no vuelvan a rehacerse con el tiempo. Sabemos que la luz del Sol tiene un campo que apunta en todas direcciones, esa misma luz solar reflejada de un objeto como la Luna está polarizada en parte y vibra principalmente en una sóla dirección. Esto, podría, acaso, destruir el filo de la hoja dejada a la luz de la Luna, pero no explica la acción contraria de la pirámide. Lo único que podemos conjeturar, es que la Gran Pirámide y sus pequeñas imitaciones actúan como lentes que concentran la energía o como resonadores que la recogen, lo cual estimula el crecimiento de los cristales. La forma misma de la pirámide se parece mucho a la de un cristal de magnetita.
Es posible que todas las formas que nos rodean sean resultado de combinaciones de frecuencias ambientales. En el siglo XVIII, el físico alemán Ernest Chladni descubrió una manera de hacer visibles las vibraciones. Colocó sobre un violín una delgada plancha de metal cubierta de arena, y vio que, cuando pasaba el arco por las cuerdas del instrumento musical, la arena se agrupaba en bellos dibujos y patrones, que hoy se llaman figuras de Chladni. Estas, se forman, porque la arena termina de acumularse únicamente en las partes de la lámina donde hay vibración. Se han utilizado muchas de estas figuras en física para demostrar la función de las ondas, pero también sirven para comprobar perfectamente cómo las diferentes frecuencias producen dibujos distintos. Experimentando con polvos de diversas densidades y tocando notas de un amplio campo de frecuencia, es posible inducir un patrón de casi cualquier forma. L
as figuras de Chladni, adoptan frecuentemente formas orgánicas conocidas, lo cual es sumamente interesante, y hasta acaso significativo. Círculos concéntricos, como los anillos que se forman cada año en los troncos de los árboles; líneas alternas como las bandas en la piel de una cebra; retículos exagonales, como las celdas de un panal; rayos de rueda, como los canales expandidos de la medusa; caracolas en espiral, como los caparazones de muchos crustáceos , etc., son formas que abundan profusamente. El estudio de este fenómeno (el efecto de las ondas sobre la materia) se llama cimática (¿Ki-Ai?).
El principio fundamental de la cimática es que las presiones ambientales producen determinados tipos de ondas, y que la materia reacciona a estas presiones tomando una forma que depende de la frecuencia de las mismas. Es limitado el número de frecuencias y la naturaleza tiende a reaccionar a ellas de diversas maneras posibles de anticipar; repitiendo un número también limitado de formas funcionales. El tipo espiral de una corriente de aire cálido se refleja en el crecimiento de una enredadera enroscada en torno a un árbol y en la ordenación de los átomos de una molécula de ADN. La mantarraya se desplaza por las aguas tropicales a base de ondas musculares que corren en serie por su ancho y plano torso, como las ondulaciones de la superficie del mar rizada por el viento.
Durante los diez últimos años Hans Jenny ha estado depurando en Suiza las figuras de Chladni y ha demostrado de manera concluyente que la forma es una función de la frecuencia . Uno de sus inventos es el tonoscopio, que convierte los sonidos en patrones visibles tridimensionales en material inerte. Puede utilizarse usando la voz humana como fuente de sonido: cuando alguien pronuncia la letra O por el micrófono, produce un patrón perfectamente esférico. La esfera es una de las formas básicas de la naturaleza, pero no deja de ser extraño que la forma producida por la frecuencia del sonido O sea precisamente la que hemos elegido para representarla en la escritura. Esto hace pensar en la idea antigua de que las palabras y los nombres tienen propiedades peculiares . Hoy tendemos todavía a considerar como algo especial los nombres personales, y vemos que los niños muchas veces no quieren decir cómo se llaman. Los que están aprendiendo a hablar siempre quieren saber cuál es el nombre de una cosa, sin poner en duda que lo tiene, y lo consideran como una valiosa adquisición. ¿Será posible que las palabras tengan poder en virtud de sus frecuencias específicas? ¿Pueden realmente las palabras mágicas y las fórmulas y cantos sagrados ejercer por su propio sonido una influencia que difiere de los ruidos elegidos al azar? Se ha sostenido siempre que las palabras, los nombres y los sobrenombres que tienen entonación en N o M intermedia o final producen en las personas mayor desarrollo de la personalidad y eso les permite desarrollarse mejor personal y socialmente (Ej.: José Francisco de San Martín, Domingo Faustino Sarmiento, Juan Domingo Perón, Menem, Alfonsín, etc.).
Parece ser que sí, y el descubrimiento de los tipos de palabras por Jenny nos hace pensar con cierto temor y respeto en la afirmación de San Juan: “En el principio era la Palabra (el Verbo) y el verbo se hizo carne (Materia)”. A lo que nosotros con un poco de atrevimiento parafrasearíamos esta expresión de la siguiente manera: “En el principio era el Sonido de la Palabra”, porque hay una enorme diferencia nacional, regional e individual en los sonidos utilizados para expresar la misma palabra escrita. Existe un Alfabeto Fonético Internacional que soluciona esta dificultad con símbolos que representan los diferentes matices de sonidos de la mayor parte de los idiomas humanos. Analizando este alfabeto, pueden verse determinados tipos básicos. Un sonido hablado se produce haciendo que el aire resuene en la garganta, en la boca y en las fosas nasales, sometiéndolo al mismo tiempo a cierta modificación por medio de la campanilla, el paladar, la lengua, los dientes o los labios.
Hay dos tipos fundamentales de sonidos: los vocales, que se producen sin fricción ni obstáculo alguno, y los consonantes, que se caracterizan por la fricción, forzamiento o interrupción del aliento en alguna parte del pasaje. Los sonidos vocales van siempre acompañados por la vibración de las cuerdas vocales, y tienen mucho más potencia que los consonantes, desprovistos en gran parte de voz. El poder de las vocales va de 9 a 47 microvatios, en tanto que las consonantes rara vez alcanzan a 2, por lo cual las vocales se imponen y captan más fácilmente. La resonancia en el fluido del oído humano hace que los sonidos vocales a, o, i, u y e sean, por este orden, los más fáciles de percibir. En cambio, las consonantes son frecuentemente explosivas, como si el aire se liberase repentinamente de una obstrucción, por ejemplo, en el sonido P; o fricativas, como si se dejase escapar poco a poco el aire; por ejemplo, en la formación del sonido “S”. Estas producen poco poder pero tienen frecuencias mucho más altas que los sonidos vocales. Para llamar a un gato que es un animal preparado para reaccionar a los sonidos de alta frecuencia de sus presas, se emplean en todos los idiomas combinaciones de estas dos consonantes de onda corta.
Así pues, los sonidos de las palabras tienen diferentes propiedades físicas. Si puede producirse resonancia entre la columna de aire que sale de la garganta del transmisor y el oído del receptor, puede haber también una comunicación semejante de energía entre las gargantas y otras partes del medio ambiente. Cuando el ejército de Josué vociferó con un gran grito, se desplomaron las murallas de Jericó. El alarido súbito y penetrante de un guerrero samurai rompe los nervios del adversario, y la nota aguda de una soprano raja el cristal. Estos son efectos sostenidos que se parecen mucho al calor abrasador del sol del mediodía, pero sabemos que la vida responde a valores tan sutiles como la luz de la Luna filtrada a través de 6 metros de agua, por lo cual no carece de razón suponer que la materia viva es sensible de maneras distintas a los cambios igualmente sutiles de frecuencias y modalidades del habla humana.
Los lingüistas no han resuelto los problemas de los orígenes del habla. Hay muchas teorías, algunas con nombre pintoresco, como la del bow wow o ladrido, según la cual, el lenguaje surgió a base de la imitación de los sonidos de la naturaleza; o la denominada yo he ho (canto y grito antiguo de los marineros al halar una carga), según la cual, el habla humana procede de los ronquidos o jadeos exhalados en medio de un esfuerzo físico. Pero no parece haber habido curiosidad alguna por descubrir los orígenes biológicos de los sonidos básicos que integran el alfabeto fonético. Es notable la demostración de Jenny, de que el sonido Oh tiene forma esférica, y eso no debe extrañar a nadie. Se nos ocurre perfecto. Redondeamos la boca para emitir un sonido redondo, y hasta parecen redondearse nuestros ojos al producirlo. El rostro de quien modula el sonido h adopta una expresión similar a la de la mayor parte de los primates cuando indican una amenaza agresiva. Los investigadores de la conducta humana opinan que el rostro surgió de la combinación de diversas posturas corporales que se adoptan en situaciones de amenaza, y que su expresión va acompañada de un gruñido duro Oh para reforzar el efecto. Pero también es posible que el sonido se modulase primero y formase el rostro, hasta que, (avanzando un paso más), se adoptó el sonido por el efecto atemorizador q
ue ejercía el oponente. Sus frecuencias produjeron el tipo debido de resonancia y acaso también los infrasonidos, para alterar e inquietar las ondas cerebrales del enemigo y ponerlo en fuga. Los japoneses han hecho todo un pulido arte del uso del sonido con el grito de guerra, o Ki-Ai del samurai. Se afirma que un Ki-Ai en tono menor produce parálisis parcial en virtud de una reacción que hace descender bruscamente la presión sanguínea arterial. Un tono mayor produce el efecto contrario, si se emite fuerte y súbitamente.
Para Pitágoras, los números son principios absolutos en la Aritmética, principios aplicados en la Música, magnitudes en estado de reposo en la Geometría y magnitudes en movimiento en la Astronomía, sirviendo simultáneamente como medidas que determinan la naturaleza de las cosas y exponentes que las dan a conocer. La doctrina de la música geométrica tiene como fundamento ese postulado.
Llamóse música geométrica a la teoría que explica la generación de los intervalos y los modos por medio de la relación de distancias armónicas que existen entre las notas musicales y los planetas del sistema solar, correspondiendo el do-re a la distancia de la Tierra a la Luna, el re-si a la de la Luna a Venus, el mi-fa a la de Venus a Mercurio y así sucesivamente con las demás notas y planetas. De acuerdo a esa teoría, todo el sistema solar es una cuerda vibrante, produciendo cada planeta la nota que corresponde a sus distancias al Sol, y emitiendo entre todos una gama infinita de sonidos que Pitágoras llamó música de las esferas. Considerando los sonidos que forman esa música como fuerzas activas que animan los procesos que sostienen la vida en cada mundo, la resonancia sería el hálito viviente que forma como somos, y el número de vibraciones a que cada cuerpo vibra se constituiría en el principio determinativo que le da esencia y potencia.
El postulado pitagórico de que el Universo está gobernado por el poder de los números, es síntesis de esa doctrina. Aunque derivada de otros manantiales, la revelación de San Juan que mencionamos más arriba de que en el principio era el Verbo, también lo es, y las maravillas de la resonancia de que la ciencia moderna se vale para producir los más extraordinarios fenómenos, no hacen más que confirmar lo que dijo el sabio griego con espíritu científico y lo que dijo el evangelista con espíritu de iluminado. según los más preclaros exponentes de esa doctrina, el modus operandi obraría conforme a los siguientes fundamentos:
1º Toda vibración activa un proceso.
2º todo proceso cumple una función.
3º Toda función tiende a un designio
Puesta en acción la vibración, el proceso cumple las funciones que le son propias, y en esas funciones, por propia naturaleza, llevan el designio de que la vibración es principio animador. En la doctrina de la música geométrica, las vibraciones son números (el número de la frecuencia a que vibran), siendo los números los principios universales de que los designios, las funciones, los procesos y las vibraciones derivan su eficacia, ya la eficacia sea de orden moral o material.
Según la doctrina de la que estamos hablando, el hombre es la medida del Universo y en su mente se hallan los equivalentes de cuanto existe, pudiendo comprender y responder a lo que existe porque lo que existe tiene existencia real en su mente. Las vinculaciones entre la doctrina y los tres campos que, como ejemplo, vamos a inquirir, dirán al a lector hasta que punto los sonidos y la resonancia actúan como poder reaccional en los procesos de la naturaleza.
El sonido es un estremecimiento vibratorio del aire, que se propaga en todas las direcciones y puede ser transmitido a través de cualquier medio elástico. Cada estremecimiento es una onda, y cada onda es una vibración, diferenciándose los sonidos por el número de ondas por segundo a que vibran. Tomando por base el oído humano, y en lo que se ha comprobado, existen sonidos de tres órdenes:
1º El infrasonido: Está formado por series de vibraciones que van desde 0 a 16 por segundo. Estos sonidos son inaudibles para el oído normal humano, aunque pueden ser percibidos subconcientemente.
2º El sonido audible: Está formado por series que van desde 16 vibraciones y progresa hasta 32.000. En esta serie, las 16 vibraciones corresponden al sonido más bajo que se puede oir y emitir; 125 corresponden al timbre característico de la voz masculina; 250 a la de la voz femenina; 10.000 es la frecuencia más alta usada en la radiotelefonía; 20.000 es el promedio superior de los sonidos comunes; 32.000 es el límite superior de los sonidos emitidos por seres del reino animal.
3º El supersonido: Está formado por series que van desde 32.000 a 16.000.000. En esta serie, 32.000 es el límite superior de los sonidos emitidos por animales; 100.000 es el límite inferior que induce los efectos químicos y biológicos conocidos; 1.000.000 es la frecuencia empleada como germicida, detección de submarinos e investigaciones subterráneas; y 16.000.000 es el límite superior de vibraciones sonoras que ha podido medirse.
Como vemos, hay sonidos audibles e inaudibles, los inaudibles porque están por debajo o por encima de la capacidad del oído para convertir el valor acústico en valor significativo. La incapacidad del oído para oir las vibraciones sonoras auditivas, no excluye, sin embargo, la acción que esas vibraciones inducen en la naturaleza de la persona.
Así como la acción que ejerce la resonancia en todos los procesos es función del número de vibraciones de que está animada cada frecuencia, y así como el orden universal lo es de la fórmula matemática que rige cada fenómeno, la actividad mental tiene en los números su coordenado animador, siendo cada organización mental el equivalente de un número, y ese número el molde arquetípico en que tienen su ser las organizaciones mentales que nos gobiernan. La virtud que poseen los métodos matemáticos para develar y orientar, deriva de la eficacia de su estructura.
Por esa estructura, cuando nuestro ojo percibe un cuerpo, instantáneamente da una idea de la distancia a que se halla; además de la distancia, indica la relación de volumen respecto a otros cuerpos; además del volumen, la relación armónica que existe entre ese cuerpo y los que lo circundan, etc. Si el cuerpo es una piedra, junto con lo anterior, también indica su dureza; si la piedra está en nuestro camino dice, asimismo, si podremos pasar por encima; si es posible el paso, aconseja, por último, lo que se debe hacer para pasar; y al alzar el pie para dar el paso, no sólo el ojo gradúa el movimiento de la pierna, sino los muchos otros que ejecutan las distintas partes del cuerpo para facilitar el acto, todos esos conocimientos inferidos instantáneamente por los cálculos matemáticos que efectúan las organizaciones anímicas de la que el centro visual es parte y los números medidas significativas. Los métodos matemáticos develan incógnitas y orientan conductas a base de cálculos y significaciones similares.
Cálculo es la computación de factores por medio de operaciones matemáticas. En el ejemplo del ojo (reflejo óculo-manual u ojo-músculo) las operaciones que suministran los conocimientos y coordinan los movimientos, son totalmente subconcie
ntes. Subconcientes son, también, las que efectúa el oído al decirnos la distancia a que se produce un sonido, la naturaleza del cuerpo que lo produce, el peligro que puede entrañar la gravedad del peligro, etc.. Por operaciones matemáticas subconcientes, asimismo, el tacto da a conocer el grado de relieve, solidez, flexibilidad, resistencia, humedad, temperatura, etc., de las cosas, señalando el olfato y el gusto otras incontables particularidades, estando ausente la conciencia en los cálculos que se efectúan y sirviéndose de ellos una vez que están hechos.
Está ausente lo conciente y calcula lo subconciente. Son los cálculos de que se sirve el centro térmico para graduar la generación del calor interior de modo que compense el frío exterior, los que emplea el corazón para graduar la presión de la sangre conforme a la presión atmosférica, los que permiten al centro respiratorio graduar la constante de oxígeno en la sangre de acuerdo a la constante del aire, los que, en fin, coordinan los movimientos y los procesos que llenan el vivir según lo que se vive.
La música constituye otro ejemplo de ondas espaciales en forma significativa. Donald Andrews ha formulado en base al movimiento armónico una teoría compleja del Universo, que llama sinfonía de la vida. Según este sistema, los átomos aportan las notas musicales al vibrar cada uno de ellos como una campana esférica. Las moléculas son cuerdas compuestas de grupos ordenados de estas notas, y la música se ejecuta en instrumentos cuya forma es la del organismo mismo. Andrews hizo notar que hasta un violín en reposo sobre una mesa siempre está resonando suavemente por lo bajo, y opina que ocurre otro tanto con toda la materia. Es indudable, que los músculos en tensión producen un sonido audible.
El cosmos esta lleno de “ruidos”, rumores y estridencias irregulares de longitud de onda, pero todas sus señales útiles son de tipo regular. Las combinaciones de notas musicales escogidas al azar le quebrantan a uno los nervios; las encontramos desagradables. Pero los tonos con ciertos intervalos regulares entre ellos son armoniosos, nos resultan gratos al oído. Una nota tocada junto con otra que tenga una frecuencia doble, es decir, que sea una octava más alta, produce una sonido muy armonioso. Tres notas tañidas al mismo tiempo en un acorde armonizan perfectamente si sus frecuencias son respectivamente 4-5-6. Estas son relaciones puramente matemáticas, pero sabemos por experiencia que a ellas es a las que responde el hombre. La música que se ejecuta para los animales de los parques zoológicos produce en ellos efectos semejantes. Las preferencias difieren entre especie y especie, debido posiblemente a su peculiar estructura y sensibilidad, por lo cual difieren también sus frecuencias resonantes.
Hace ya bastante tiempo que se está investigando la influencia de la música en las plantas. Se ha descubierto que los geranios crecen más y más a prisa al son de los Conciertos de Brandemburgo de Bach, si se transmiten por radio. Las bacterias son afectadas de la misma manera, porque se multiplican bajo la influencia de ciertas frecuencias y mueren cuando se las someten a otras. No hay más que un espacio desde este descubrimiento hasta la idea tradicional de que la repetición frecuente de ciertos himnos o cánticos (Mantras y oraciones religiosas) es capaz de curar las enfermedades.
Hay otras relaciones espaciales que ejercen efecto sobre nosotros. Los artistas saben desde hace muchos siglos que ciertas proporciones son más agradables que otras. Si se presentan a diversas personas numerosos objetos de cuatro caras o figuras de cuatro lados, desde un cuadrado hasta un rectángulo muy largo y estrecho, la mayor parte preferirá una cuya longitud sea algo mayor que su altura o su altura y la mitad más. Esta proporción, que es la que más le gusta a la mayoría de las personas es llamada Media Aúrea.
Son enormes las diferencias entre las artes tradicionales de los pueblos, pero parece ser que los gustos estéticos de todos están regulados por leyes básicas semejantes. Nuestra reacción a las proporciones posiblemente está gobernada por la distancia común entre nuestros ojos. Un hombre que fuese ciego de un ojo, es decir tuerto de nacimiento, sin haber tenido nunca visión binocular, probablemente encontrase más grata la forma de un cuadrado. Se sabe que las personas que no tienen más que un ojo experimentan un desarrollo desigual de una mitad del cerebro lo cual se refleja en sus ondas cerebrales. Estas, al tener ritmos diferentes reaccionan a frecuencias distintas.
Después de los descubrimientos sobre la naturaleza de la luz, el magnetismo y la electricidad llevados a cabo en el siglo XIX, se extendió mucho entre los círculos ocultistas la teoría de un universo vibrante, y esto estaba basado en la teoría de Pitágoras que mencionamos más arriba y que hablaba de la música de las esferas. El concepto de que todo el universo está unido en un gran diseño ha sido siempre fundamental para la magia, y los pitagóricos utilizaron la relación matemática de los intervalos matemáticos para expresar esto numéricamente. Ellos fueron los primeros numerólogos profesionales. Los partidarios de los sistemas numéricos mencionan: los siete colores del arco iris, los siete días de la semana, los siete planetas de nuestro sistema, las siete notas musicales, los siete sellos del cristianismo, los siete Devas del hinduismo, los siete Amsha-Spands del credo persa, la unidad de medida de la cabeza del cuerpo humano con el resto del cuerpo, etc., etc., y atribuyen propiedades ocultas a tales o cuales números. Goethe estaba obsesionado con el número tres, Swoboda juraba por el veintitrés, y Freud creía en los períodos de veintisiete. Cuesta trabajo ver un significado biológico en estas cifras, y uno siente deseos de desechar totalmente esta idea, porque cualquier número parece ser tan bueno como los demás; pero, posiblemente, no sea así. Existe una organización discernible de los hechos. Asociándolos con la armonía musical y artística, con el carácter no fortuito de los números y con la periodicidad de los movimientos planetarios, comenzamos a captar el panorama de un medio ambiente en que hay patrones reconocibles. Por encima del caos cósmico existen ritmos y armonías que controlan muchos aspectos de la vida en la Tierra en virtud de una comunicación de energía que hace posible la forma de las cosas de aquí y su resonancia en simpatía con los temas cósmicos.
Hay un ejercicio en Aikido llamado el brazo que no se dobla. En su libro “Kinesiología del comportamiento”, el Dr. John Diamond dice con respecto a ese ejercicio:
“Lo que he descubierto es que cada músculo importante del cuerpo está relacionado con un órgano determinado. La debilidad de un músculo suele significar que existe un problema con el nivel de energía del órgano correspondiente”: Esto, le ayudó a completar su descubrimiento llegando a la conclusión de que los músculos son el medio, a través del cual, el cuerpo nos comunica si lo que le suministramos es sano para él o no, así sea un remedio, un alimento, una melodía, una prenda de vestir, etc. Si es sano, responde aumentando la energía de los músculos; si es venenoso, retirando la energía de los músculos.
Para demostrar la prueba del brazo que no se dobla, que el Dr. Diamond denomina Kinesiología del comportamiento muscular, se hace la siguiente demostración:
El músculo deltoides es el elemento utilizado en este experimento que
consiste en pararse delante de otra persona y colocar la mano izquierda sobre el hombro derecho del otro, al mismo tiempo que se le pide que levante lateralmente el brazo izquierdo extendido hasta la altura del hombro. Luego, se le coloca la mano derecha sobre el antebrazo izquierdo, cerca de la muñeca. Ahora, se intenta bajarle el brazo, notándose que aunque se logre bajarlo un poco, éste “rebotará” con un movimiento hacia arriba buscando la posición inicial. Esta acción no trata de demostrar quién es el más fuerte, sino el mayor o menor rebote del brazo ante determinadas situaciones.
Si, ahora, en cambio, el sujeto distrae su atención, por ejemplo: pensar en música estridente, contemplar un tubo fluorescente fijamente, pensar en una situación desagradable, etc., los cambios serán sorprendentes. En casi todos los casos, el sujeto se mostrará incapaz de resistir su presión y su brazo cederá fácilmente.
La responsable de esas reacciones es la glándula timo que actúa como un puente entre el cuerpo y la mente. Si esta última sintoniza un pensamiento depresor, pierde la acción benéfica del timo y el cuerpo decae; si se neutraliza el pensamiento, golpeando repetidas veces sobre la glándula, el cuerpo se activa.
Realice la prueba del brazo y dígale a la otra persona que apoye la palma de su mano derecha sobre el timo y no se podrá vencer el brazo del sujeto. Pídale a éste que piense en alguien a quién odia y verá que la glándula timo se debilitará.
Esto, le indicará dos cosas: que el odio es venenoso para el ser humano (por eso pierde energía) y que la glándula timo es el puente entre la mente y el cuerpo (por eso se debilita con los pensamientos negativos). Pídale al sujeto que piense en alguien a quién ama y verá que la energía retorna a su organismo.
La explicación metafísica de este ejercicio sugiere que la primera persona (la que resiste), consigue hacer que todo el Ki de su cuerpo fluya a través de su brazo, de modo que esa fuerza acabe por evitar que el codo se doble. La fuerza del Ki en este ejercicio es comparado, muchas veces, con el agua que fluye a través de una manguera.
Cuando fui iniciado en el Yoga por el Maestro Chidrupananda, me sorprendí (como conté anteriormente) cuando, sin quererlo, me demostró la existencia del Ki (prana para él). Pude también deducir que ese concepto ejercía un papel importante en el entrenamiento del Yoga y sobre todo en el JUDO que analizado, desde este punto de vista no es ni más ni menos que un Yoga activo.
Como dije anteriormente, la primera experiencia real del uso práctico del Ki y del Kiai la vi cuando el Maestro de Karate Hideo Tsuchiya hacía rotura de maderas y ladrillos con sus puños, el canto de sus manos o con sus pies.
Kiai significa literalmente armonía con el Ki y se refiere específicamente a una manifestación o materialización del Ki.
Cualquier duda que yo pudiese haber tenido todavía con respecto al Ki fue eliminada por las experiencias del Maestro Tsuchiya y también por las del Maestro Chidrupananda cuando observé en la oscuridad de la noche que le salían estrellitas azules de las puntas de los dedos. Experiencias notables e impresionantes que alteraron mi manera de ver al mundo y al Universo. Allí, uno comprendió aquello que el Apóstol Juan dice en el Cap. 17 Vers. 21: Para que todos seamos Uno. Comencé a entender también la sabiduría del Maestro Jigoro Kano cuando habla de Prosperidad y Beneficios mutuos.
El Maestro Chidrupananda decía que, cuando uno y el mu (mente en blanco) se convierten en una sola cosa, se transforman en un canal óptimo para el Ki. Esta afirmación enfatiza los aspectos psicológicos del Ki y del Kiai.
Cuando hablamos ahora de la unificación del uno con el mu, nos estamos refiriendo al estado mushín que es aquel de la correcta armonía entre la respiración, la postura y la concentración mental. esa armonía mente-cuerpo es la que nos permite armonizarnos con la fuerza de la vida o Ki (eficiencia máxima en el uso de la energía). Cuando estamos en armonía con el Ki, desarrollamos una fuerza interior que puede ser percibida o sentida por las otras personas (aura).
El término Kiai puede ser usado también para designar la fuerza interior que surge a partir de la absorción, acumulación, distribución y proyección de esa energía vital (Ki) y, que se consigue a través de la práctica intensa de los ejercicios del Zazen. Decir que alguien tiene un fuerte Kiai significa que ella transmite esa fuerza a su alrededor, a las personas y a las cosas (aura).
Al hablar sobre la manifestación del Ki, es decir, el Kiai, el Maestro Chidrupananda, acostumbraba llamar la atención sobre el importante papel que cumplía la respiración, afirmando que, cuando respiramos correctamente (cosa que depende de la postura y de la concentración mental), realmente cambiamos las propiedades de nuestras vibraciones. En ese proceso, la sede de esas vibraciones es el tandem, el centro del hara o centro de gravedad del individuo. Sea en el Zazen o durante la ejecución de las acciones del JUDO, la respiración diafragmática o abdominal inferior al hacer converger hacia el tandem todas las energías, altera el ritmo de nuestras vibraciones energéticas, generando un estado asociado al Mushín.
Es un hecho comprobado el efecto que producen las vibraciones en determinados objetos de cristal. Todos sabemos que determinadas notas musicales pueden llegar a destrozarlos. Se sabe, que un pelotón de soldados, antes de cruzar un puente, rompe la marcha acompasada, porque el ritmo de la marcha forzada puede destruir el puente.
El Maestro Chidrupananda utilizaba analogías musicales para explicar el modo como la respiración afecta las vibraciones de nuestro cuerpo. A un estudiante de música puede que le lleve varios años perfeccionar un tono o una nota que produce con su instrumento. Un flautista principiante, producirá un sonido desagradable. Con la práctica, pasará a ser capaz de emitir un sonido más armonioso. A medida que él avanza y se va transformando en un virtuoso, la misma flauta producirá sonidos excepcionales. La diferencia entre el principiante y el virtuoso está dada por la dinámica de su respiración. A medida que la habilidad del flautista aumenta, su respiración va modificando la forma en que la flauta vibra, creando sonidos cada vez más agradables (eficiencia máxima en el uso de la energía).
El Maestro Chidrupananda comparaba al estudiante de Yoga (léase también JUDO) con el músico. Cuando se comienza a practicar JUDO, la respiración del novicio es deficiente y su cuerpo vibra (sobre todo en las caídas) como la flauta del principiante y eso se refleja también en su incapacidad para concentrarse mentalmente. Al poco tiempo de práctica va adquiriendo un mayor control sobre su respiración. En la proporción en que sus movimientos respiratorios se van haciendo más lentos, más profundos, las vibraciones de su cuerpo se hacen más armoniosas y el judoka puede concentrarse mejor. En un determinad
o punto de desarrollo o progreso, ocurrirá un cambio psicofísico: su respiración comenzará a producir vibraciones correctas en el tandem y el judoka, sin darse cuenta entrará en el estado Mushín.
El Maestro hindú citaba también las palabras o cantos entonados usados en el Yoga (mantram) y en todas las religiones, donde se destacan las palabras que tienen M ó N en su pronunciación. Por ejemplo, en el amén o en los cantos gregorianos de la religión católica, se destaca la cantidad de palabras en latín con amplia resonancia de las emes y las enes. En el Yoga que se usa el sánscrito como idioma, casi todos los mantras tienen una fuerte preponderancia de emes y enes. El sonido principal es el AUM, que se pronuncia OM y que (según dicen los hindúes) es el sonido del Universo en su manifestación. Uno de los mantras más usados en el Yoga es el Ham Sho que quiere decir: Yo soy uno con el Universo.
Los estudiantes del Zen cantan tradicionalmente ciertos textos budistas como parte de su entrenamiento, así como los católicos romanos el Rosario. La diferencia sustancial es que al cantar el Rosario en castellano se pierde la vibración que antes le daba la pronunciación en latín, que tiene elegidas muchas palabras con enes y emes finales o intermedias. Esos cantos zenistas se hacen en grandes grupos con alguna persona que dirige los cantos y otras que marcan el ritmo con un tambor o un gong. Algunos textos son entonados en chino o en japonés, según sea el grado de resonancia de las palabras. En el culto católico se utiliza el órgano como acompañante por su alto sonido vibratorio.
El sonido de las palabras y la cadencia producen vibraciones que favorecen la entrada al estado Mushín, lo que de alguna manera es más importante que comprender el propio significado de las palabras. La traducción de las oraciones religiosas, como en el caso de la Iglesia Católica, que lo ha hecho del latín al castellano, ha cambiado las propiedades de los sonidos y del ritmo, haciendo quizás, perder gran parte de su eficiencia vibratoria.
Otros cánticos incluyen el recitado de sílabas sin sentido, pero contribuyen junto con los otros sonidos y los ritmos a crear un estado mental apropiado para entrar en Mushín. Según el Maestro Chidrupananda, cuando los sonidos son producidos por movimientos respiratorios profundos, hechos con el abdomen, las vibraciones emanan del tandem. Esas vibraciones son tan poderosas que pueden influenciar a las personas que se encuentran alrededor, haciéndoles también entrar en estado Mushín.
El Maestro explicaba también que, cuando un grupo de personas está entonando los cánticos de manera correcta, sus vibraciones interactúan favorablemente, elevando el nivel del Kiai de todo el grupo.
Inicialmente, uno reacciona con descreimiento a esas afirmaciones, pensando que son solamente buenos ejercicios para el control de la respiración y considerando el concepto de las vibraciones como algo esotérico.
Podemos ser afectados por las vibraciones emitidas por alguien que está en armonía con el flujo universal, de la misma manera que uno puede ser influenciado por los cánticos y los rezos. La presencia de los grandes Maestros Espirituales suele producir ese efecto. El estado Mushín puede ser transferido por asociación. Noté eso cuando allá por los años sesenta, tuve la oportunidad de conocer personalmente al gran Maestro Jiddú Krishnamurti en la Biblioteca Argentina de la ciudad de Rosario. Emanaba de él, un halo de energía blanca y brillante que para los sensitivos era como una esfera de santidad. Hablaba en su conferencia en idioma inglés y parecía que hubiese sido innecesaria la presencia del traductor. A medida que uno observaba sus gestos lentos y cuidadosos, envuelto en su sharí blanco impecable, se comenzaba a sentir una paz interior y exterior cada vez mayor. Todas las cosas que estaban a mi alrededor parecían cristalinamente claras y uno sentía como si tuviese una visión de 180 grados. Mi respiración se volvió más lenta…profunda , y parecía que tenía el mismo ritmo que la de él. Estaba adquiriendo el mismo estado mental que el del Maestro, en otras palabras, me fui incorporando a su Kiai, a su aura.
No siempre una persona con un Kiai fuerte ejerce una influencia agradable o apaciguante. La fuerza interior que nace de la serenidad puede penetrar en otras personas y hacerlas concientes de su propia inquietud. Estar al lado del Maestro de JUDO Tajuro Kumazawa producía la sensación de que uno se encontraba ante una fortaleza inhibidora por el profundo respeto y hasta un cierto grado de temor.
Como el Kiai de estos Maestros está muy desarrollado, sus comentarios son tan profundos que pueden llegar hasta el alma. Ha habido circunstancias en exámenes de JUDO y ésto hasta con judokas avanzados, que se han sentido tan impresionados ante el Joseki (Mesa de Autoridades), que han rehusado a presentarse voluntariamente y ha habido que “empujarlos” hasta el Dojo.
En los Artes Marciales suele usarse el Kiai en forma de grito agudo, corto y explosivo y su aplicación provoca reacciones asombrosas tanto en el ataque como en la defensa. También es utilizado en algunos casos de reanimación de desmayados o sincopados (kappos o sistemas de reanimación).
El Kiai del que hablamos ahora no es un grito común, tanto es así, que cuando está realizado correctamente sale desde el fondo del hara y produce vibraciones semejantes a las generadas por los cánticos religiosos (mantras). Se trata de una proyección de la energía vital (Ki) a través de la voz. Ese Kiai es el resultado de la unificación de la respiración, la postura y la concentración mental que centraliza su potencia en una acción fónica. En verdad, esa concentración de fuerza es una canalización del Ki.
En JUDO, en muchas oportunidades se emiten gritos al realizar las distintas acciones de ataque o de defensa. La fuerza de ese Kiai centraliza la fuerza del cuerpo para que esa acción sea correcta y poderosa. Si la postura, la respiración y la concentración no estuviesen en armonía, es decir, si el judoka no actuase en estado mushín, la fuerza del Kiai no se canalizaría libremente hacia la ejecución armónica de la acción. La vocalización armoniosa del Kiai, pone de manifiesto el nivel de armonía espiritual del judoka.
En su libro El arte caballeresco del Arquero Zen, Eugen Herrigel describe cómo sus flechas no conseguían recorrer la distancia de 28 metros de separación que había entre él y el blanco. En una ocasión su Maestro, le dio una explicación y las instrucciones que debía seguir:
“Sus flechas no llegan al blanco porque espiritualmente no recorren grandes distancias. Se comportan como si el blanco estuviera a una distancia infinita. Para nosotros, Maestros Arqueros, es un hecho conocido y comprobado por la experiencia cotidiana que un buen arquero, con un arco de potencia mediana, es capaz de llegar más lejos que otro que empuña un arco más potente, debido a su estado de espiritualidad. Por lo tanto, el disparo de la flecha no depende del arco sino de la presencia de espíritu, de la vivacidad y de la atención con que es manejado. Pero, para
desencadenar la fuerza total de esa atención espiritual, los arqueros deben ejercitar la ceremonia de una manera muy parecida a como baila un experto danzarín. Los movimientos de sus miembros partirán de aquel centro desde donde surge la verdadera respiración (tandem) … Si los arqueros se entregaran a la ceremonia del tiro al arco como si se tratase de una danza ritual, su lucidez espiritual llegaría a su punto máximo”.
La fuerza de atención espiritual de la que habla el Maestro Awa es la del Kiai. En el momento de la liberación de la flecha debe haber un estado de armonía entre la respiración, la postura y la concentración mental del arquero. Sin eso, el disparo no sería espiritual, como diría el Maestro Awa. Se debe tener la sensación de que la flecha está impulsada simultáneamente por la fuerza de la respiración y de la atención y que en vez de detenerse en el blanco, sigue hasta el infinito. Sólo se puede conseguir eso, si la liberación de la flecha es un acto natural y esa liberación sólo puede ser natural si el cuerpo y la mente están unificados. Estos, así unificados se dan en su totalidad cuando Tori y Uké ejecutan un Kata. Si éste no muestra un estado de comunión espiritual entre los dos ejecutantes, la muestra no pasa por ser nada más que una sucesión de técnicas pero no tiene presencia de espíritu. Cuando en JUDO alcanzamos la armonía perfecta en acción, nos armonizamos con el flujo de la vida en el Universo y lo canalizamos hacia el acto de la aplicación.
El consejo que el Maestro Awa dio a Herrigel está repetido una y mil veces por los Maestros Kano y Mifune en el arte del JUDO. Para ejecutar la acción de manera correcta, será necesario armonizar la respiración, la postura y la concentración mental, lo que permitirá que el judoka comience a preparar el Kiai que precede a esa aplicación.
Es obvio que el propósito de practicar JUDO no es el de liberar el Kiai al aplicar las técnicas, sino todo lo contrario, el Kiai se manifiesta íntegramente al liberar el Ki. El judoka con Kiai transmite la fuerza de la serenidad a todo lo que él hace viviendo los principios del JUDO en su vida diaria. La persona que vive diariamente los principios del JUDO, es decir Máxima eficiencia en el uso de la energía y Prosperidad y Beneficios mutuos, está en armonía con él mismo, con la vida y por lo tanto, tiene armonía espiritual, que podríamos llamar manifestación del Ki o Kiai.
Estoy convencido de que las distintas oportunidades en que pude observar al Maestro Chidrupananda, de las cuales he mencionado algunas, pueden explicar el Kiai como una canalización de la energía psicofísica (Ki) a través de él. Lo que ocurrió fueron manifestaciones de esa energía algo más o menos a lo que se siente en el Zazen (meditación) o en la entonación repetida de cánticos (mantras) .
En las Artes Marciales, es posible canalizar esa energía que está siempre por encima de la fuerza muscular. Es una técnica del entrenamiento del Zen incorporada a la práctica de los diferentes Caminos.
Existen muchas historias parecidas a las del Maestro Chidrupananda: “Daito Kokushi, un gran Maestro Rinzai japonés, vivió entre los mendigos con el propósito de perfeccionarse a través de su sujeción a vivir en las peores condiciones posibles. Cierta vez, un samurai degenerado, fue hacia el grupo de mendigos para probar con ellos una nueva katana espada . Daito le dice a los otros que se refugien y se sentó en meditación. El samurai se aproximó a Daito, empuñó su arma y le avisó “Prepárate. Mi espada te va a cortar en dos.” Daito ni se movió. Entonces, un temor respetuoso se apoderó del samurai, que inmediatamente se batió en retirada.
Otra historia que recuerdo es la de la película Los siete Samurais: “ Un Samurai Ronín ( aquellos que han perdido la protección de su Señor feudal y andan por el mundo ofreciendo sus servicios a las poblaciones contra ladrones y asesinos) para en una posada para comer. Su apariencia casi rotosa deja mucho que desear. Un grupo de parroquianos que está sentado en una mesa vecina comienza a embromarlo mientras el Samurai permanece impasible. Cuando le traen la escudilla con la comida, una mosca comienza a revolotear cerca de ella. El Samurai con aire impasible, toma sus dos palitos que usa como cubiertos, atrapa la mosca en el aire, la tira y comienza a comer tranquilamente. Los parroquianos al ver esa acción huyen despavoridos.”
De ninguna manera pretendemos argumentar que el Ki sólo puede ser descubierto por los ejercicios del Zen. Muchos de los grandes líderes de todas las religiones poseen atributos que pueden ser descriptos como Kiai. Lo que sí decimos es que, el Zen y las Artes Marciales proporcionan ejercicios metódicos para entrenar a las personas en el desarrollo de esos atributos. De la misma forma, existen individuos carismáticos en diversas esferas de acción, que tienen una energía personal que puede ser comparada con la manifestación del Ki, es decir, tienen un gran Ki-Ai.
Además del control de la respiración diafragmática, la condición física básica para dominar el arte del Kiai, es la de dominar la postura Zeiza (arrodillada) , conservando el tronco distendido, suave y elástico como una goma. Para llegar a ese estado, es necesario concentrar la energía (Ki) en el saika tandem, conservando los pulmones semi-vacíos. La postura es un elemento importante en la respiración y los dos deben ser estudiados simultáneamente. La respiración debe hacerse siempre por la nariz, conservando la boca cerrada y el mentón apretado contra la glotis, pero sin inclinar la cabeza hacia adelante. En el zazen, el alumno aprende a mantener la columna y la cabeza bien derechas de tal forma que la línea de las orejas coincida con la de los hombros y con la articulación coxo-femoral. La nariz en la línea del ombligo. Si se mantiene la boca cerrada y el mentón adentro, los principales músculos de la garganta están tensos y la columna vertebral se endereza, lo que da un vigor particular al bajo vientre. El efecto que esa postura produce a nivel energético es muy grande. Físicamente, esa postura correcta activa la circulación de la sangre, dándole vigor a los músculos y a los órganos. El efecto mental no es menos considerable. En el entrenamiento de los samurais y de los Maestros ZEN, se ha enseñado siempre que conservar la postura descripta renueva el espíritu e impregna al sujeto de un halo de dignidad.
Hay un dicho en el Budo (Código del Samurai) :Primero, la mirada; segundo, la rapidez; tercero, el coraje y cuarto, la fuerza física. En el entrenamiento del Kiai también se le da mucha importancia a los ojos por dos razones la primera, por la necesidad de tener una visión rápida, clara y certera la segunda, por la impresión que puede causar en los otros el mirar directamente a todas las cosas. El célebre filósofo chino Mencius dice Los ojos son el mejor criterio para juzgar a la gente. Cuando el espíritu de un hombre es malvado, sus ojos están apagados, sin brillo. Escuche hablar a ese hombre, mírelo a los ojos y verá que le resulta imposible descubrir el secreto de su alma. Los ojos son el espejo del estado mental y pocos hombres y mujere
s con la conciencia culpable tienen ojos claros, brillantes y la mirada directa. Aquel que estudie un Arte Marcial y el Kiai debe cultivar el hábito de mirar directa y firmemente a los ojos que están delante suyo, sin pestañear.
En japonés se llama niguiri-katami apretar fuerte al acto de estar en zazen y cerrar con fuerza los puños con los pulgares adentro. Se dice que esta postura vigoriza el cuerpo y permite sentir la presencia del Ki inundando todo el cuerpo.
En todas los Artes Marciales ya sean hindúes, chinos o japoneses se le ha dado importancia a la mitad inferior de la cintura que a la superior, ya que se considera más efectivo colocar más fuerza en los pies que en los brazos y en las manos. Cuando uno está muy asustado, sus miembros inferiores quedan paralizados como si estuvieran petrificados. Si uno está seguro de sí, sus pies se mueven con total y absoluta libertad. Por eso, para estudiar el Kiai uno debe entrenar cuidadosamente los pies, centralizando la fuerza en el saika tandem (Ashi Sabake y Tai Sabake). Además de los ejercicios básicos de desplazamientos y giros que se parecen en el JUDO, se pueden practicar otros ejercicios como el de golpear fuertemente el suelo con los pies, saltar de un costado al otro con los brazos fuertemente cruzados sobre el pecho o también caminar tratando de colocar el peso del cuerpo sobre los dedos de los pies más que sobre los talones.
El Kiai es la manifestación activa del Ki, es la explosión, la vida, la expresión activa de la energía que empuja al hombre a una acción con la firme resolución de llegar a buen fin; es el soplo que da el impulso para tomar ventaja en todas las oportunidades que se presentan en la vida.
Psicológicamente, se podría decir que el Kiai, es el arte de concentrar toda la fuerza mental sobre un objeto único, con la determinación de vencerlo, doblegarlo, someterlo.
Físicamente, el Kiai podría ser considerado como el arte de expulsar el aire, en forma breve y explosiva para que toda la fuerza del cuerpo se concentre en el saika tandem.
Su aplicación práctica consistiría en accionar física y mentalmente antes que el oponente pueda defenderse.
A veces se habla de Ai-Ki en vez de Ki-Ai, creyendo que ambas expresiones quieren decir lo mismo y eso, no es así, ya que su traducción admite una diferencia de interpretación en los Artes Marciales. Ki-Ai se refiere al lado activo, positivo de la energía mientras que Ai-Ki a su lado pasivo, negativo. Esto, quiere decir, que el primero está centrado directa y activamente sobre el objeto observado, actúa iniciando la acción, mientras que el segundo se refiere a la fuerza en reposo que actúa siguiendo la acción. Para la utilización práctica no es necesario hacer diferencia porque todas tienen por objetivo la eficiencia máxima en el uso de la energía para lograr la prosperidad y el beneficios mutuos.
El Maestro Yamaoka Tesshu, el más diestro kendoka de su tiempo, explicaba el arte del Kendo (esgrima japonesa) de este modo: “No fije su espíritu sobre la actitud que tome su oponente, no la concentre tampoco sobre su propia actitud o sobre su sable. Concentre su energía (Ki) sobre su saika tandem (bajo vientre). No piense en dar un golpe sobre el oponente ni en que éste le va a aplicar un golpe. Descarte toda premeditación y lance el ataque en el instante mismo en que vea al oponente intentar empuñar el sable”. Esta sería, verdaderamente, la canalización del Ki, es decir el Ki-ai.
El JUDO, como su nombre lo indica, está basado en el principio de la flexibilidad, de la suavidad, de la dulzura que se opone a la fuerza bruta, a la dureza, a la rigidez. Su eficiencia está condicionada a tener un cuerpo repleto de Ki, con una gran flexibilidad y un enorme poder de atención (estado Zanshin) que le permita estar siempre alerta y en condiciones de responder con el mínimo esfuerzo. El suave vence al fuerte, es el dicho que explica la idea de la utilización eficiente del Ki. Para conseguir eso es necesario practicar el Ki-ai mediante los ejercicios del zazen.
Para que los ejercicios del zazen sean eficientes se debe estudiar primero la relación estrecha que existe entre el Ki-ai y la respiración.
Cuando uno expulsa todo el aire contenido siente que todo su cuerpo se afloja como si fuera a caer. Lo mismo sucede cuando uno llena totalmente los pulmones de aire. Se siente flotar y no puede controlar el cuerpo. En cambio, si cuando estamos llenos de aire, expulsamos violenta y explosivamente un 20% del aire contenido, emitiendo o no algún sonido, veremos que el cuerpo toma un potencial de fuerza que se acerca a su máxima expresión.
En el lenguaje esotérico japonés, la inspiración total de aire se llama jitsu (plenitud) y la exhalación total Kyo (vida). Atacar la vida con plenitud es un medio seguro para vencer (esto al menos en teoría). Prestando atención a lo anterior, podemos decir que el Kiai es sinónimo del arte de controlar la respiración. La frase que sigue, utilizada por los Maestros de Kendo, dice: Kiai no Kakerú, que puede traducirse: “Caiga sobre su enemigo con un grito en el preciso momento en que ha exhalado su respiración”.
La respiración con el saika tandem (bajo vientre) es conocida por los japoneses como fukushiki kokyu (respiración abdominal profunda). Para ejercitar esa respiración, vamos a explicar tres ejercicios:
“Tome un cinturón de JUDO que mida aproximadamente 2 metros, rodee su pecho con dos vueltas del mismo a la altura de las últimas costillas y ajústelo con un nudo. Intente ahora, inspirar aire por la nariz y llévelo al bajo vientre. Repita ese ejercicio hasta automatizarlo.
El tronco debe permanecer relajado, con los hombros bajos, la espalda bien derecha y arrodillado en zeiza, de tal manera que la punta de la nariz esté por encima de la línea del saika tandem. Hay que habituarse cuando se está en zeiza a apoyar las nalgas sobre los talones y a unir los dedos gordos de los pies con los empeines apoyados en el tatami. Si quiere practicar este ejercicio caminando, en cada inspiración proyecte el bajo vientre hacia abajo como si quisiera tocarse con éste las puntas de los pies”.
“El segundo ejercicio consiste en acostarse boca arriba, colocar un objeto con cierto peso (zapatilla, ojota) sobre el bajo vientre.
Luego, relájese, cierre los ojos y concentre su atención en empujar el objeto hacia arriba con el bajo vientre cada vez que inspira (traga el aire). A continuación, concéntrese en como baj el vientre cuando larga el aire. La respiración debe ser únicamente diafragmática, es decir, sin inflar el pecho.
Este ejercicio puede hacerse con un compañero que apoye el pie en nuestro bajo vientre.
“El tercer ejercicio se practica sin usar ningún elemento y consiste en arrodillarse en correcta posición zeiza; luego cierre los puños con los pulgares extendidos hacia afuera y apoyados sobre las ingles. En esa posición, expulse
todo el aire contenido de tal manera que al inspirar empuje con su bajo vientre a los puños que se deslizarán hacia adelante sobre los muslos.”