Los Bai son una de las minorías que más largo contacto ha tenido con los chinos. Es también una de las ha recibido más influencias culturales. Esto ha sido debido, en parte, a la accesibilidad de las tierras que habitan, a su condición de agricultores, y por tanto con una cultura campesina que presenta ciertas semejanzas con la china, y a su carácter pacífico.
La población de los Bai según el censo del año 2000 se acercaba a las 1.700.000 personas. De ellas la inmensa mayoría (un millón y medio) se concentran en la provincia de Yunnan, dispersándose los demás por las provincias vecinas, especialmente Guizhou y Sichuan. Dentro de Yunnan la mayoría de los Bai viven concentrados en las fértiles llanuras que rodean la ciudad de Dali, a la orilla del lago Erhai. Aunque quedan algunos en tierras montañosas. En Guizhou se concentran en Bijie, y en Sichuan, en los alrededores de Xichang.
En los libros antiguos se les llamaba Minjia. Ellos se llamaban a sí mismos Baizi o Baini. Desde 1957 a todos se les llama Bai, pero existen consistentes razones para pensar que los Leimo y los Nama, aún pudiendo haber tenido un origen común con el resto de los Bais, constituyen hoy en día un grupo étnico diferenciado.
El corazón de los ricos es negro, las manos de los pobres también.
Para el que tiene dinero todos los días son fiesta, para el que no tiene todas las fiestas son iguales.
Antes de comer lo pruebas, antes de actuar lo piensas.
Los ojos temen la sal, y el cerebro la pereza.
La comida sin sal no tiene sabor, las palabras sin razón no tienen interés.
El que llueva o no llueva, no está en la boca de la rana.
Un árbol no teme echar muchas raíces, ni una persona leer muchos libros.
La persona de vista aguda no ve el mal, como el pez ve la comida pero no el anzuelo.
La buena gente piensa que el día es corto, la mala cree que la noche es corta.
Al lugar donde hay caza no lleva el camino.
Hasta la torre más alta empieza con un palmo.
Sino temes al leopardo, él te temerá a ti.
Sin comida la tripa esta vacía, sin conocimientos el corazón.
Las aguas termales curan la enfermedad, la academia la necedad.
La belleza del árbol depende de sus hojas tupidas, la fuerza del hombre de la agudeza de su ingenio.
El bruto usa la fuerza, el sabio la boca.
El listo depende de su acción, el tonto de sus esperanzas.
Si el tambor no se bate, no suena; si las razones no se dicen, no se entiende.
La bondad del caballo no está en sus campanillas, ni la de la persona en sus palabras.
Es fácil decir grandes palabras, pero difícil hacer grandes hechos.
No temas no conocer el camino, teme sólo no preguntar por él.
No temas la injusticia del cielo sino la de los hombres.