Chamanes amazónicos

Tradición o superchería, el chamanismo amazónico es tema de actualidad, estudio y curiosidad. El interés por este tema motivó que la Casa de América de Madrid abriera unas jornadas a las que se invitó a un chamán de la Amazonia ecuatoriana a venir al Palacio de Linares, que parecía el marco adecuado por su leyenda de actividad sobrenatural.

La anécdota acompaña constantemente a la figura del chamán, pero más allá de la superstición existe una ética y una búsqueda seria de conocimiento. El chamán es un experimentador, un guía religioso de los pueblos amazónicos, que quiere superar los límites de la verdad aparente y usa como principal instrumento para adquirir este conocimiento la toma de alucinógenos tradicionales como la ayahuasca y el guanto. Por eso los miembros de la tribu le dan el nombre de bebedor.

El chamán es un especialista. El desconocimiento de su figura ha hecho que se le nombre con palabras como brujo, curandero o sanador, términos ambiguos que no son sinónimos de chamán; a menudo son funciones diferentes, enfrentadas. Esta imprecisión confunde. El bebedor amazónico es un especialista que se inicia desde temprana edad, y se necesita una gran vocación de aprendizaje tanto como de resistencia física para soportar la ingestión del alucinógeno. Por lo general su aspecto es delgado, fibroso, y su rostro refleja la mística del aprendizaje y las secuelas de la ayahuasca.

La instrucción es tutelada por un chamán antiguo. La reflexión sobre el entorno, la capacidad de trascender la mera superficie de las cosas, tiene como finalidad el conocimiento de la verdad. Este conocimiento es el que dota de poder al bebedor, y le convierte en el punto más alto de referencia en los descubrimientos sanitarios, éticos y religiosos entre los pueblos amazónicos. Una ética donde la vida y la muerte tienen un valor distinto al que les damos en las ciudades.

Los dos planos de la realidad

El sacerdote navarro Miguel Angel Cabodevilla, que ha vivido dos décadas con las tribus de la Amazonia ecuatoriana, en un resumen de sus experiencias con un anciano chamán de la tribu de los Secoya, a quien frecuentó durante los últimos diez años, nos aporta algunas percepciones sobre lo que eran los objetivos de la vida de este veterano bebedor:

* Ante todo su ansia de conocimiento, que se concretaba en distinguir la realidad en dos planos que el chamán llamaba, a su manera, superficie y verdad. Según el chamán, la vida de la mayoría se desenvuelve en el desconocimiento, esto es, en la mera superficie de las cosas; para ir más allá es necesario ser un bebedor.

* En su percepción, por medio del adecuado aprendizaje y la bebida ritual, puede al fin apreciarse la verdad. La verdadera “realidad” espiritual interfiere y muchas veces domina a esta otra realidad en la que nos hallamos.

* El siguiente paso es entender y domeñar (o al menos influir) a esos espíritus que danzan en torno a nosotros sin percibirlos, llegando a su mismo origen o fuerza suprema a la que cabría, sólo en un peculiar sentido, darle el nombre de Dios.

* El bebedor cuenta algunos detalles sobre sus “viajes” o “visiones” rituales como un afán de traspasar los límites erróneos de las apariencias y descubrir la verdad profunda de todo.

* Se puede recoger de su experiencia como chamán la exigencia de una notable ética en la utilización de sus poderes, así como en la recomendación de su peculiar sabiduría para todo su grupo.

Los chamanes amazónicos tienen que mantener su prestigio frente a otros bebedores. Este prestigio es poder, tanto de ellos como de la tribu a la que pertenecen. Por eso la toma de los alucinógenos rituales es constante, por la necesidad de superar el desconocimiento y de traspasar esos límites para encontrar la solución a los problemas de la realidad “visible” en que se desenvuelve la vida de la tribu. La ingestión va subiendo en cantidad según la madurez del chamán. Las reacciones corporales, al principio, consisten en fuertes vómitos y dolor de cabeza. Con el paso del tiempo y del aprendizaje, estas reacciones son menos agresivas y las alucinaciones son más “controladas”.

El poder del entorno

Muchas personas, antes y ahora, se han preguntado por la autenticidad de tales sensaciones y experiencias. No pocos han intentado reproducirlas. Ajenos a su cultura, existe un turismo que se aventura hasta las selvas amazónicas para beber el alucinógeno, encontrándose con una bebida muy rebajada, una ayahuasca muy diluida que cubre los requerimientos curiosos de los turistas. La forma pseudo-ritual con la que se les brinda consuma la mascarada.

Experimentos más serios sobre la ingestión de ayahuasca o guanto, son reseñados por Miguel Ángel Cabodevilla. Ha existido interés de algunos investigadores por acceder a estas vivencias, conocimientos y visiones de los bebedores de la Amazonia, como es el caso del viajero francés Henry Michaud, que el siglo pasado navegó por el río Napo y conoció a los chamanes e ingirió los alucinógenos. También ha habido experiencias actuales de científicos e incluso de algún sacerdote misionero.

De la ingestión de la droga por parte de investigadores de la realidad chamánica, se concluye que sólo servía para reactivar un específico mecanismo cultural y mental anterior a la droga. De modo que la consumición actual, bien sea por extraños o por propios indígenas, sin una preparación mental similar a la iniciación de los verdaderos chamanes, produce resultados diferentes, a menudo reducidos a la superficialidad, o incluso a la superchería, o a la venta de un producto turístico.

El avance de la cultura mestiza hace que cada vez haya menos chamanes. Algunos religiosos evangélicos y católicos, en su labor misionera, han inculcado en los indígenas la idea de que el chamanismo es una actividad demoníaca. Con algunas excepciones de verdaderos chamanes, que envejecen, cobra fuerza la pantomima para turistas.

Los investigadores ponen de manifiesto la importancia de los saberes integrados de los sabios amazónicos tradicionales, todos ellos puestos al servicio de un intento de búsqueda de sabiduría, más allá de los límites de su conocimiento y de los condicionamientos de su vida en la selva. Pero es necesaria la preparación adecuada, la pertenencia al grupo y la integración a su entorno natural. Un chamán fuera de su entorno, de su contacto directo con la naturaleza selvática, se vuelve una caricatura, estaría desorientado, en una situación similar a la que se encuentra el turista o bebedor ocasional, que llega a la selva a “experimentar”. El largo proceso espiritual y también físico que ha seguido un chamán a lo largo de su vida es el que garantiza su poder y también su supervivencia. Un turista que bebiera la misma cantidad de alucinógeno que un chamán corre riesgo de muerte.

En palabras de Cabodevilla, el ritual chamánico de beber ayahuasca es una lucha de fondo contra los límites del conocimiento, de la experimentación; una pelea donde se pone en actividad todo el ser y donde todo está en juego en su sentido más radical. “La vida se experimenta como un territorio de fronteras abiertas, a menudo envueltas en nieblas selváticas, capaces, por un lado, de ocultar el más allá y, por otro, ofreciendo el acicate de su misterio al destino explorador de los sabios”. Un verdadero chamán siempre estará enfrentándose al reto de los límites.

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