El canto chamánico en Venezuela

El concepto chamanismo

El chamanismo es, de manera incontestable, un fenómeno religioso que tiene como lugar de origen algunos pueblos ubicados en Siberia y Asia Central. El vocablo, sin lugar a dudas proviene  de la lengua tungus, y ha pasado al idioma inglés  como shaman término que han universalizado  etnólogos, etnomusicólogos e  historiadores  de  las religiones que  estudian  las  diversas culturas   del  universo.  En castellano  utilizamos  el  término chamán  para  identificar a los especialistas  indígenas  que  se encargan de dirigir los destinos espirituales de su pueblo y  con el  nombre  de  chamanismo se distingue la  actividad  que  ellos realizan. Los chamanes son además, encargados de operar el sistema religioso de la cultura; poseen conocimiento de la vida ecológica,  mantienen  la armonía con su medio ambiente  y  dominan  y moldean el poder de las plantas alucinógenas y curativas, con las cuales se auxilian para descender a los submundos e inframundos y también  para ascender al lugar de los espíritus, las deidades  y los  héroes culturales. Dominan el universo  sobrenatural  porque son los intermediarios entre el mundo natural en el que viven los miembros de una sociedad determinada y los universos cosmogónicos en los cuales permanecen sus espíritus, sus dioses o sus esencias tutelares.

 El canto chamánico

En  la  comunicación  chamánica una de  las  prácticas  más sobresalientes  del chamanismo es el canto. Sin el canto  no  se produce la práctica mágica, ni la terapéutica es eficaz. El canto tiene por fin comunicarse con los espíritus aliados y no  siempre es descriptivo. Los cantos chamánicos, normalmente evocan  hermosas  metáforas que aluden tiempos primigenios o tiempos  fuertes, tiempos  de los orígenes, tiempos de creación y generalmente,  el mejor  chamán,  es el buen cantor, ya que a través del  canto  se norma  la  vida mágico religiosa de los aborígenes que  viven  un chamanismo central.

Por  otro lado, un chamán curador, cura, con su canto.  Este fenómeno ha sido estudiado por diversos especialistas, los musicoterapeutas le han dedicado gran atención, tanto como los psicólogos,  o los etnopsiquiatras. Devereux, por ejemplo,  propone  a través de varias décadas la consolidación de una psicoterapia que en  realidad  permita curar y no sólo adaptar o readaptar  y  sus métodos son aplicados tanto en las sociedades llamadas “primitivas”  como  en las sociedades industriales, avanzadas  o  de  las grandes  ciudades, ya que el fenómeno paranormal pertenece a  las culturas  de todos los tiempos. El ser humano posee dentro de  sí diversas imágenes de significación, cada imagen es una  lectura, una  figura arquetipal para Jung y de esta manera, Freud,  trata de  curar las neurosis, siguiendo las lecturas que pertenecen  al  universo  “primitivo” de las culturas melanésicas.

 Devereux por su parte, recomienda al etnólogo la consideración suficiente de un hecho determinado para no aceptar como normal aunque  sea  institucional, lo que en realidad  es  culturalmente patológico. Luego, orienta a los psiquiatras para que no impongan sus propias visiones según los códigos y las normas convencionales de Occidente. Así, enseña a respetar los símbolos propios  de cada cultura en particular y desde este punto de vista niega  las grandes  generalizaciones  y  por  tanto,  los  universales.  No obstante,  podemos agregar que en la mayor parte de las  culturas del mundo, el chamán curador, cura cantando.   

 Por tanto, es necesario destacar aquí las especificidades de cada  cultura  ya  que cada  grupo  humano  manifiesta  culturas distintas  aunque en realidad se encuentren  elementos  comunes. Los  elementos  comunes creemos que se deben en  realidad  a  que existe una estructura universal de pensamiento, pero los  pensamientos  son particulares y ellos mismos se llenan  de  distintos contenidos, aunque cumplan con las mismas funciones en  cualquier parte del universo.  Esta es la razón por la cual los mitos y  el sistema mitológico parece responder a una estructura universal  y hasta podríamos comparar los cantos chamánicos de los Lapones, de la tierra de Laponia, región más septentrional de Europa, ubicada entre Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, con los cantos chamánicos de los indígenas Yanomami del Amazonas de Venezuela. Igual experimento podríamos hacer con los mismos cantos yanomami y los cantos de de los aborígenes  Tuba del centro de Asia. 

 Nos extrañamos del enorme parecido de los cantos chamánicos Tuba del  Asia  Central  con los cantos chamánicos  de estas regiones  tropicales  de América. ¿Qué relaciones  pudiesen haber existido? Es  por  estas razones que los mitos parecen ser universales y así lo ha destacado  un etnólogo como Levi Strauss, quien  teniendo  preparación sobre el análisis del mito y sobre la música,  se pregunta   ¿porqué,  de  una parte a otra de la tierra los mitos se parecen tanto?

 Desde  este particular punto de vista, debemos entender  que no somos homogéneos ni poseemos una identidad única. La  diferencia  es lo más común entre los seres humanos. Somos  pluriculturales,  multilingües, pluriétnicos y de esta forma vamos  conformando y moldeando nuestra manera de ser, nuestra psique y nuestra estructura  básica  de  pensamiento y hasta  nuestro  sistema  de sonidos articulados. Nos amoldamos a lo complementario pero nunca llegamos   a ser totalidad infinita. La totalidad y  lo  infinito sólo es posible dentro del sistema mítico, que se hace concreción dentro de los ámbitos del canto chamánico.

 Desde  perspectivas  tan  particulares  debemos  captar  la dimensión étnica de la locura y la comprensión psiquiátrica de la cultura.  Si todo grupo humano aborigen necesita de la  presencia de  un chamán es porque se hacen necesarios para la  reafirmación de su idiosincrasia cultural y para manejar a voluntad las  enfermedades físicas e inclusive, las enfermedades mentales.

 Si  logramos comprender este fenómeno en el interior  de  la cultura,  la investigación, aún por muy objetiva que se  presente se   vuelve  delirante  en  el  campo  del  chamanismo   y   muy especialmente en la aproximación al canto chamánico. Las razones son  complejas,  porque un paciente sometido a  la  ritualización chamánica se cura o por muy histérico que se presente se  vuelve tranquilo al ser sometido a la intervención del canto chamánico. Es  decir, que el canto chamánico cumple con su papel de  imponer su eficacia aunque sea simbólica. La investigación del canto chamánico  casi implanta unas fuertes barreras para no asumir la hermosa contaminación. 

 En  este caso se estima que se debe  poseer  un  dominio teórico del fenómeno y  una comprensión exhaustiva de los  horizontes hermenéuticos que poseen significación para la cultura que los  ejecuta.  Devereux, que es un psicoterapeuta y duro  en  sus análisis,  al  aproximarse  al estudio  del  desorden  y  del delirio llega a hacer suya una máxima muy certera manifestada por un  amigo suyo, la cual reafirma que  “una época delirante exige una teoría  delirante” (Devereux,  1973: 22). De esta manera, apreciamos que el  delirio que  fascina  es  parte fundamental del chamanismo  y  del  canto chamánico y además, es efectivo en todas las acciones chamánicas, pero  muy especialmente en el canto chamánico por el secreto  que conlleva cada palabra chamánica y la efectividad psíquica de cada frase,  de  cada oración o de cada movimiento  ejecutado  por  un instrumento  musical 

de potencialidad y  eficacia  chamanística.

 Este  aspecto  en   sentido  general  es  también  destacado  por   Rudolf  Otto,  creador  del concepto numinoso. El  decía  que  lo numinoso encierra lo impuro que aterra y lo poderoso que fascina. (Otto, 1991: 14 y sgtes.). Estas son condiciones del  chamanismo. La  pureza como tal no es exigida entre las culturas  étnicas  en el sentido del concepto occidental. Los dioses y los espíritus en el  campo chamánico surgen de la inmundicia, fueron  hombres  con virtudes y defectos que por sus acciones se elevaron a inalcanzables  categorías a las que sólo pueden aproximarse por la vía  de la  acción chamánica. El dominio de lo poderoso se logra por  una buena  preparación  e iniciación chamánica la que sólo  puede  ser dada  por  un  histriónico chamán maestro que  sabe  enseñar  los caminos  más  certeros  para sus  alumnos  más  aventajados.  Al respecto,  Nietzsche  decía, que él no creía en un  Dios  que  no supiese bailar.

Nietzsche  pone de manifiesto que impureza, peligro, goce  y poder  son  facultades del sujeto, quien no se  debe  apartar  de ellos para ser grandioso, es decir, hombre en el más lato sentido del  término. El chamán, no deja de ser hombre aunque  alcance  a Dios y se transmute en espíritu.

 Por  esta razón, aquéllas racionalidades que no entiendan  a los  psiquiatras, a los etnólogos, a los etnomusicólogos y  menos aún, a los artistas, es porque no comprenden ni valorarán  jamás, ese logos del entendimiento del otro, de la alteridad. Y  debemos reafirmar que cada chamán, además de ser maestro, médico, sacerdote,  psicopombo,  nigromántico,  etc, es  un  artista,  es  un dominador  de los elementos cósmicos, y dominador de  todas  las partes  de  su cuerpo como los Yanomami, además, algunos, no en el caso de los Yanomami, suele ser  ejecutantes  de  instrumentos musicales que ostentan el poder de la comunicación con lo divino. Existe una comprensión de que su cuerpo es un microcosmos y  cada chamán curador, a través del dominio de los sonidos puede  viajar al  interior  del  cuerpo de su enfermo, al  interior  del  útero materno,  así  como también  viaja al interior de la tierra  para  dialogar con  los espíritus del mal y poder allí establecer  los  acuerdos pertinentes para que la perturbación se aleje. Y a la vez, puede volar para ascender a los cielos.

 El entendimiento, la comprensión y la explicación chamánica no es inocua ni inocente, pero tampoco es una valoración exaltada de  emoción exacerbadamente religiosa. La vida de  una  comunidad aborigen  que vive intensamente un chamanismo central, lo vive  y lo experimenta como una práctica diaria. Viven para la comunicación con lo espiritual, hay maestros para la enseñanza del  canto chamánico, hay castigos para las faltas cometidas ante las  exigencias de sus espiritus, dioses o héroes culturales. Hay ingestión de bebidas alucinógenas para la exaltación divina y para  la comunicación  con  su  mundo superior. En una comunidad Yanomami hay insuflación de yopo casi a diario. Asi, una  aproximación  a  este universo  desde una perspectiva racionalista puede llamarla  pasión. 

 Pero  nosotros aconsejamos que no hay nada que  temer.  La pasión es un sentimiento que pertenece al orden de la naturaleza, entendido  que el hombre es naturaleza. Y, como hemos  dicho,  el chamán  representa  a la naturaleza con su propio  cuerpo  en  su concepción cosmogónica. Si por otro lado, la pasión puede entenderse  como  “locura”,  concepto  que,  desde  una   perspectiva psiquiátrica tradicional puede comprenderse equivocadamente  como un  error  de la razón, este concepto debe  someterse  a  crítica actual y a revisar los valores éticos que la imponen para marginar a quienes se sobresalen de lo común o a quienes se apartan de las  normas occidentales dentro de las cuales debemos  someternos porque  esos son los valores que se nos imponen a través  de  las instituciones  sociales que no podemos obviar o poner en el  exilio.

 No obstante, no debemos olvidar que la razón, la pasión y la locura pertenecen al hombre y las tres están emparentadas con  la vida  y con la muerte, pero también con el genio, con  el  saber, con  la verdad, con la lógica y con la ilogicidad. El  mundo  del arte  está cuajado de estos ejemplos y normalmente y  aunque  sea peyorativo, se cree y considera que un verdadero artista es  casi un  loco,  aunque simplemente sobresalga de lo común  y  por  tal virtud, no se salva del estilete de la censura. También podríamos extender esta valoración a etnomusicólogos y a antropólogos que compartimos de manera comprometida con los aborígenes, como fue el caso de nuestra última investigación entre los Yanomami del Río Ocamo, Estado Amazonas en Venezuela.

 En tales casos, la fascinación, la fantasía y la extravagancia  son necesarias. Desde este punto de vista reflexivo,  nosotros  consideramos de esta forma que en algunas  disciplinas  es indispensable entonces dejarle un resquicio a la locura si es que desde allí se puede hacer bien a la humanidad. Reafirmamos entonces  que  los fenómenos de la cultura  condicionan  la  evolución psiquiátrica de los diferentes grupos culturales y la  estructura del canto chamánico ejerce un papel fundamental.

 Como podemos apreciar en una interpretación ampliada,  mucho podríamos  decir aún sobre los antecedentes de esta práctica  tan antigua entre los hombres. Comenzó posiblemente en la fase de los pueblos  cazadores  y  recolectores hace medio  millón  de  años. Científicamente se ha demostrado que el Hombre de Neanderthal, de hace  medio millón de años, ya enterraba a sus muertos sobre  lechos  de pétalos  de flores, pero además, sus muertos eran  adornados  con collares, sus cuerpos pintados y en sus tumbas en cavernas,  eran colocados  objetos de culto para la comunicación con lo divino  y de  valor religioso.

 Desde este punto de vista, el chamanismo  es arqueológico  y paleoantropológico, estaba entre los hombres  que iniciaron la creación de su cultura, es muy posible que antes del lenguaje o conjuntamente con la práctica chamánica se fue creando  el lenguaje porque el poder de la palabra siempre  ha  estado presente en la cura chamánica  y luego, muchos años más tarde, ya en  nuestra  Era, podemos considerar que  el chamanismo es previo a  las  doctrinas  del Islám, la Cristiandad, el Judaísmo, el Budismo, el Taoismo  chino y el Zoroatrismo pérsico entre muchas otras prácticas y doctrinas religiosas instituidas hoy.

 Por  tales  razones, el chamanismo merece  el  más  absoluto respeto porque es sin lugar a dudas la fuente y el abrevadero  de todas las doctrinas existentes en la actualidad y sus  derivados, como son las manifestaciones hierofánicas o religiosas en su más mínima expresión,  constituyen objetos de fe para quien se siente identificado con alguna representación que  produce efectos virtuales y cumple un  papel determinado  en su universo mágico y religioso.

 Práctica chamánica en la Venezuela aborigen actual

 Varios millones de indígeneas de América siguen fieles a sus más caras tradiciones. Unos aún están inmersos en la práctica  de su  chamanismo central, en otros, el chamanismo sólo es muy  periférico ya que los procesos religiosos o  de colonización se  lo han arrebatado todo o han desvirtuado su cultura.  En  Venezuela, de  los 500.000 indígenas, que conforman  las  33  familias etnolingüísticas,  puede  afirmarse que por lo menos el 80  %  de ellos desarrollan la práctica chamánica. En ese 80 %

que son  los mayoritarios  pueden  situarse, en primer lugar a  los  Yanomami, y al subgrupo Sanema-Yanoama. Luego,  Piaroa, Warao,  Pemón, Akawaio, Hoti, Wayú, Yukpa, Pumé, Guajibo,  Eñiapá (Panare), Yekwana, Kurripako, Guarekena, Tsatsé, Kariña, Baré  y Barí. 

 En  la mayor parte de ellos el ejercicio chamánico  responde al cumplimiento de sus tres roles principales de médico,  maestro y  sacerdote, o en otros casos, apenas se cumple con uno de  los roles,  muy  especialmente,  el de médico, o  chamán  curador  y poseedor de los cantos.

 Es muy importante destacar que este personaje en las sociedades  aborígenes es muy respetado por su aura de misterio y  por sus conocimientos, tanto como sabio, como filósofo, como  adivino y hechicero poderoso que puede dominar el bien a su voluntad y el mal para colocarlo al servicio de la sociedad que representa.          

 Desde  el punto de vista de la oralidad el chamán domina  un universo  de mitos y conoce el origen de sus rituales y  ceremonias. De esta manera, la misma sociedad le asigna a su chamán o a sus  chamanes un enorme poder de creación a veces  comparable  al mismo que se delinea en sus mitos de creación los cuales aluden a sus  dioses,  espíritus tutelares o héroes culturales.  Por  este conocimiento milenario el chamán contiene y desencadena  variadas y fortificantes energías que siempre se han ubicado en el  inicio de  la  creación, cuando los astros y otros  personajes  celestes eran seres humanos y vivían con los hombres en la tierra conjuntamente  con los animales, o seres hombre-animal. Entre ellos  se destacan  el  sol,  la luna, las  estrellas,  o  diversos  otros elementos  de  sus  galaxias que son explicados  en  sus  relatos míticos  y  ritualizados  en sus cantos chamánicos.  Ahora  bien, existe  una enorme y marcada diferencia entre el discurso de  los mitos y las palabras chamánicas. Las palabras chamánicas son  una especie de fórmula mágica que debe ser aplicada   según la técnica de su propio chamanismo. El discurso de los mitos explica cómo y  de qué manera se fueron creando los diversos elementos  de  la naturaleza.

 En casi todos los chamanismos, el chamán es considerado el “Dueño  y Señor  del canto y de la palabra sagrada”.  Las  palabras  chamánicas  son  palabras específicas, tienen la capacidad de tener vida, de actuar por sí mismas  de acuerdo con la fuerza de su pronunciación  y   además, por  el hecho de saberlas aplicar en el preciso lugar  dónde  corresponden ser aplicadas. Así, puede manejarse el poder del sonido a voluntad de un buen chamán. Por otro lado, las palabras chamánicas son  siempre  entonadas,  conforman un canto, es decir, la  palabra  es moldeada y con la entonación son conducidas hasta el sitio exacto en el cual se requiere de su presencia.

 Estas palabras son  prioritarias  en  la comunicación con sus espíritus y en  los  viajes extáticos  para alcanzar los más sorprendentes y  representativos niveles  de exaltación poética y metafórica, además, sirven  para lograr  el establecimiento de contactos con  dioses,  semidioses, espíritus  tutelares  y héroes culturales. En  este  sentido,  el dominio del espacio es una especie de isotopía jerárquica predominante, unida a una superficie etérea que es el espacio acústico en  el  cual  se difunde el sonido y es  importante  porque  ese espacio es el mismo que ocupan sus espíritus, dioses,  semidioses y héroes culturales.

 El  canto chamánico está intrínsecamente poseído de un  alto valor ritual y no es importante desde el punto de vista semántico,   una persona sometida a ritual, ya en estado  de  enfermedad grave, de agonía o de éxtasis chamánico no responde a la volición y  menos aún a la significación del canto. El  mensaje  chamánico está envuelto en redes constitutivas de interpretación  chamánica pero no en enviar mensajes que aludan a la realidad. En ese  caso no hay búsqueda de significados, el mensaje es significante sobre significante,  es  decir, que el canto chamánico  no  tiene  como objetivo la intención de comunicar en el sentido más taxativo  ni tampoco  tiene  como único fin práctico cumplir con  una  función causalística o cosalística.  

 En cada canto chamánico hay  comportamiento  ritual, ceremonia, magia, misticismo, búsqueda de seguridad,  orientación hacia  un  status, logro, metas, devoción,  promesa,  compromiso, etc.  y además, el canto chamánico no es el límite y punto  final de todo ese largo y complejo proceso. Tampoco establece el  canto chamánico  la  frontera  entre lo anormal, lo  patológico  y  lo psicótico. El chamán cumple a cabalidad con sus roles  específicos   y  conoce el desempeño de sus funciones desde el  punto  de vista ritual, musical y oral.

            El  canto, la música, la oralidad, el manejo de su cuerpo y la ejecución de  algunos instrumentos musicales en casos particulares, así como el uso de narcóticos como el Yopo  para lograr estados especiales de exaltación están asociados al vuelo  mágico que conlleva la sensación del movimiento ligero y de la gravitación.  Es muy común escuchar las narraciones de un chamán yanomami sobre el  vuelo  del chapori  o del viaje del chamán a través de las capas de la  tierra o a través de las aguas o a través del espacio.

            El  chapori yanomami   en  éxtasis asciende en la  realización  de  sus rituales  y  ceremonias y tiene la convicción de  que  en  esa elevación  de su espíritu en conjunción con la elevación  de  los sonidos de su canto encontrará al espíritu poderoso para transmutarse en él a través del  canto y su yopo. El tiene la convicción de que ese espíritu guía, lo  auxiliará en el logro que él persigue para el encuentro del  espíritu que produce el mal. Este encuentro también le causa angustia,  el espíritu del mal suele ser más peligroso y puede llevarlo inclusive  a una elevación más violenta, así como a la caída en  abismos  insondables o a gravitar su cuerpo o a perder su espíritu  o hálito  de  vida en una selva enmarañada de la  que  nunca  podrá salir  y conlleva en sí, hasta el peligro de morir. No  obstante, el vuelo, aunque es arriesgado, es la representación de la  liberación más grande de la potencialidad humana y un chamán que sepa realizar  este  vuelo sin desventura, es sinónimo  de  fortaleza, dominio e indestructividad. El chamán Karakawue nos informaba que cuando llegan los espíritus les entra frío en le cuerpo y así, titila su cuerpo y tiemblan sus labios. 

 Como vemos, el vuelo mágico del chamán aunado a los  sonidos y a las notas musicales es, por sus propias características,  una “metáfora axiomática”, es evidente y es incontestable, también es inexplicable  desde el ámbito de la racionalidad. Esta  intelección es solo posible al interior de la comprensión chamánica.

 Esta  noción  de vuelo mágico es muy antigua,  la  actividad chamánica de todos los tiempos la posee como una actividad inherente a sus dominios y por tanto, la acción chamánica es sublimada  dentro del ámbito de una atmósfera desestructurada: tanto  el chamán, como su actividad chamánica, su música, su canto chamánico,  los  sonidos  de sus instrumentos y  su  parafernalia  están inmersos  en  un discurso estético sin concepto.  Allí  priva  lo transitorio,  se hace presente lo fugitivo y todas sus  acciones se desarrollan en el ámbito de lo contingente ya que pertenecen a un arte abstracto y surrealista. Su acción chamánica representa y hace  vivir lo desconocido, lugar hacia el cual se dirige con  su canto
chamánico o con su discurso de palabras chamánicas, fórmulas  mágicas o con el manejo de instrumentos  de comunicación chamánica.

 Todo  chamán  curador comprende que  su  actividad  efectiva depende de la voluntad de sus espíritus auxiliares, de sus aliados y que el mal está asociado a la vez, a una elección divina  o a la determinación de sus espíritus adversos. Tanto los espíritus auxiliares  como los que hacen el daño aman el  canto, la música, los alucinógenos, las bebidas embriagantes de los hombres y también se enamoran  de los seres humanos, por tal razón, hay que tratarlos de  complacer y  los chamanes saben perfectamente bien cual es la  actitud  que deben  tomar para cada situación, ya sea para la  realización  de una cura en particular, para “brujear”, como dicen los Yanomami, o para una epidemia, para la sequía,  las cosechas  o para  las  catástrofes  naturales, etc. Con  el  vuelo  extático, auxiliado  por la música y   también socorrido por alucinógenos que son parte esencial de su  cultura, logra llegar hasta el origen de la vida, de la fertilidad, de  la salud,  del bienestar y hasta las propias fuentes de  las  causas  de la locura y de la muerte.

 Otro  de  los elementos asociados al vuelo  extático  en  la práctica chamánica es el dominio del fuego. El fuego posee condiciones virtuales y contradictorias, sus poderes son dominados  por la  práctica  chamánica, ya que el fuego calienta,  asa  y  cuece  pero quema, orienta, da vida, a su vez, destruye. Este  principio sobre el fuego es tan antiguo como el hombre mismo y su  dominio, que pertenece a la cultura del hombre conlleva el valor  contradictorio que se neutraliza con los otros dos elementos fundamentales de la naturaleza: el agua que da vida, cura pero ahoga y el aire  que es vida, pero a la vez destrucción si se  sobrepasa  de poderes. Frente  a estos tres elementos naturales de potencialidad creativa y destructora a la vez, la música y la acción chamánica cumple papeles fundamentales. Está en todos ellos. La música y  el canto chamánico se acerca a los espíritus de la vida,  convence a los espíritus de la destrucción y apacigua y reorienta a los espíritus eternos en una acción creativa para los hombres.

 Mucho hay que decir aún del chamanismo Yanomami, que siendo tan impresionante y extraordinario, en Venezuela, aún no se ha estudiado a profundidad. Es posible que este viaje sea el inicio de muchos otros en los cuales, podamos penetrar a profundidad en ese universo insondable e infinito del mundo de los chapori en sus propios chaponos.

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