El concepto chamanismo
El chamanismo es, de manera incontestable, un fenómeno religioso que tiene como lugar de origen algunos pueblos ubicados en Siberia y Asia Central. El vocablo, sin lugar a dudas proviene de la lengua tungus, y ha pasado al idioma inglés como shaman término que han universalizado etnólogos, etnomusicólogos e historiadores de las religiones que estudian las diversas culturas del universo. En castellano utilizamos el término chamán para identificar a los especialistas indígenas que se encargan de dirigir los destinos espirituales de su pueblo y con el nombre de chamanismo se distingue la actividad que ellos realizan. Los chamanes son además, encargados de operar el sistema religioso de la cultura; poseen conocimiento de la vida ecológica, mantienen la armonía con su medio ambiente y dominan y moldean el poder de las plantas alucinógenas y curativas, con las cuales se auxilian para descender a los submundos e inframundos y también para ascender al lugar de los espíritus, las deidades y los héroes culturales. Dominan el universo sobrenatural porque son los intermediarios entre el mundo natural en el que viven los miembros de una sociedad determinada y los universos cosmogónicos en los cuales permanecen sus espíritus, sus dioses o sus esencias tutelares.
El canto chamánico
En la comunicación chamánica una de las prácticas más sobresalientes del chamanismo es el canto. Sin el canto no se produce la práctica mágica, ni la terapéutica es eficaz. El canto tiene por fin comunicarse con los espíritus aliados y no siempre es descriptivo. Los cantos chamánicos, normalmente evocan hermosas metáforas que aluden tiempos primigenios o tiempos fuertes, tiempos de los orígenes, tiempos de creación y generalmente, el mejor chamán, es el buen cantor, ya que a través del canto se norma la vida mágico religiosa de los aborígenes que viven un chamanismo central.
Por otro lado, un chamán curador, cura, con su canto. Este fenómeno ha sido estudiado por diversos especialistas, los musicoterapeutas le han dedicado gran atención, tanto como los psicólogos, o los etnopsiquiatras. Devereux, por ejemplo, propone a través de varias décadas la consolidación de una psicoterapia que en realidad permita curar y no sólo adaptar o readaptar y sus métodos son aplicados tanto en las sociedades llamadas “primitivas” como en las sociedades industriales, avanzadas o de las grandes ciudades, ya que el fenómeno paranormal pertenece a las culturas de todos los tiempos. El ser humano posee dentro de sí diversas imágenes de significación, cada imagen es una lectura, una figura arquetipal para Jung y de esta manera, Freud, trata de curar las neurosis, siguiendo las lecturas que pertenecen al universo “primitivo” de las culturas melanésicas.
Devereux por su parte, recomienda al etnólogo la consideración suficiente de un hecho determinado para no aceptar como normal aunque sea institucional, lo que en realidad es culturalmente patológico. Luego, orienta a los psiquiatras para que no impongan sus propias visiones según los códigos y las normas convencionales de Occidente. Así, enseña a respetar los símbolos propios de cada cultura en particular y desde este punto de vista niega las grandes generalizaciones y por tanto, los universales. No obstante, podemos agregar que en la mayor parte de las culturas del mundo, el chamán curador, cura cantando.
Por tanto, es necesario destacar aquí las especificidades de cada cultura ya que cada grupo humano manifiesta culturas distintas aunque en realidad se encuentren elementos comunes. Los elementos comunes creemos que se deben en realidad a que existe una estructura universal de pensamiento, pero los pensamientos son particulares y ellos mismos se llenan de distintos contenidos, aunque cumplan con las mismas funciones en cualquier parte del universo. Esta es la razón por la cual los mitos y el sistema mitológico parece responder a una estructura universal y hasta podríamos comparar los cantos chamánicos de los Lapones, de la tierra de Laponia, región más septentrional de Europa, ubicada entre Noruega, Suecia, Finlandia y Rusia, con los cantos chamánicos de los indígenas Yanomami del Amazonas de Venezuela. Igual experimento podríamos hacer con los mismos cantos yanomami y los cantos de de los aborígenes Tuba del centro de Asia.
Nos extrañamos del enorme parecido de los cantos chamánicos Tuba del Asia Central con los cantos chamánicos de estas regiones tropicales de América. ¿Qué relaciones pudiesen haber existido? Es por estas razones que los mitos parecen ser universales y así lo ha destacado un etnólogo como Levi Strauss, quien teniendo preparación sobre el análisis del mito y sobre la música, se pregunta ¿porqué, de una parte a otra de la tierra los mitos se parecen tanto?
Desde este particular punto de vista, debemos entender que no somos homogéneos ni poseemos una identidad única. La diferencia es lo más común entre los seres humanos. Somos pluriculturales, multilingües, pluriétnicos y de esta forma vamos conformando y moldeando nuestra manera de ser, nuestra psique y nuestra estructura básica de pensamiento y hasta nuestro sistema de sonidos articulados. Nos amoldamos a lo complementario pero nunca llegamos a ser totalidad infinita. La totalidad y lo infinito sólo es posible dentro del sistema mítico, que se hace concreción dentro de los ámbitos del canto chamánico.
Desde perspectivas tan particulares debemos captar la dimensión étnica de la locura y la comprensión psiquiátrica de la cultura. Si todo grupo humano aborigen necesita de la presencia de un chamán es porque se hacen necesarios para la reafirmación de su idiosincrasia cultural y para manejar a voluntad las enfermedades físicas e inclusive, las enfermedades mentales.
Si logramos comprender este fenómeno en el interior de la cultura, la investigación, aún por muy objetiva que se presente se vuelve delirante en el campo del chamanismo y muy especialmente en la aproximación al canto chamánico. Las razones son complejas, porque un paciente sometido a la ritualización chamánica se cura o por muy histérico que se presente se vuelve tranquilo al ser sometido a la intervención del canto chamánico. Es decir, que el canto chamánico cumple con su papel de imponer su eficacia aunque sea simbólica. La investigación del canto chamánico casi implanta unas fuertes barreras para no asumir la hermosa contaminación.
En este caso se estima que se debe poseer un dominio teórico del fenómeno y una comprensión exhaustiva de los horizontes hermenéuticos que poseen significación para la cultura que los ejecuta. Devereux, que es un psicoterapeuta y duro en sus análisis, al aproximarse al estudio del desorden y del delirio llega a hacer suya una máxima muy certera manifestada por un amigo suyo, la cual reafirma que “una época delirante exige una teoría delirante” (Devereux, 1973: 22). De esta manera, apreciamos que el delirio que fascina es parte fundamental del chamanismo y del canto chamánico y además, es efectivo en todas las acciones chamánicas, pero muy especialmente en el canto chamánico por el secreto que conlleva cada palabra chamánica y la efectividad psíquica de cada frase, de cada oración o de cada movimiento ejecutado por un instrumento musical
de potencialidad y eficacia chamanística.
Este aspecto en sentido general es también destacado por Rudolf Otto, creador del concepto numinoso. El decía que lo numinoso encierra lo impuro que aterra y lo poderoso que fascina. (Otto, 1991: 14 y sgtes.). Estas son condiciones del chamanismo. La pureza como tal no es exigida entre las culturas étnicas en el sentido del concepto occidental. Los dioses y los espíritus en el campo chamánico surgen de la inmundicia, fueron hombres con virtudes y defectos que por sus acciones se elevaron a inalcanzables categorías a las que sólo pueden aproximarse por la vía de la acción chamánica. El dominio de lo poderoso se logra por una buena preparación e iniciación chamánica la que sólo puede ser dada por un histriónico chamán maestro que sabe enseñar los caminos más certeros para sus alumnos más aventajados. Al respecto, Nietzsche decía, que él no creía en un Dios que no supiese bailar.
Nietzsche pone de manifiesto que impureza, peligro, goce y poder son facultades del sujeto, quien no se debe apartar de ellos para ser grandioso, es decir, hombre en el más lato sentido del término. El chamán, no deja de ser hombre aunque alcance a Dios y se transmute en espíritu.
Por esta razón, aquéllas racionalidades que no entiendan a los psiquiatras, a los etnólogos, a los etnomusicólogos y menos aún, a los artistas, es porque no comprenden ni valorarán jamás, ese logos del entendimiento del otro, de la alteridad. Y debemos reafirmar que cada chamán, además de ser maestro, médico, sacerdote, psicopombo, nigromántico, etc, es un artista, es un dominador de los elementos cósmicos, y dominador de todas las partes de su cuerpo como los Yanomami, además, algunos, no en el caso de los Yanomami, suele ser ejecutantes de instrumentos musicales que ostentan el poder de la comunicación con lo divino. Existe una comprensión de que su cuerpo es un microcosmos y cada chamán curador, a través del dominio de los sonidos puede viajar al interior del cuerpo de su enfermo, al interior del útero materno, así como también viaja al interior de la tierra para dialogar con los espíritus del mal y poder allí establecer los acuerdos pertinentes para que la perturbación se aleje. Y a la vez, puede volar para ascender a los cielos.
El entendimiento, la comprensión y la explicación chamánica no es inocua ni inocente, pero tampoco es una valoración exaltada de emoción exacerbadamente religiosa. La vida de una comunidad aborigen que vive intensamente un chamanismo central, lo vive y lo experimenta como una práctica diaria. Viven para la comunicación con lo espiritual, hay maestros para la enseñanza del canto chamánico, hay castigos para las faltas cometidas ante las exigencias de sus espiritus, dioses o héroes culturales. Hay ingestión de bebidas alucinógenas para la exaltación divina y para la comunicación con su mundo superior. En una comunidad Yanomami hay insuflación de yopo casi a diario. Asi, una aproximación a este universo desde una perspectiva racionalista puede llamarla pasión.
Pero nosotros aconsejamos que no hay nada que temer. La pasión es un sentimiento que pertenece al orden de la naturaleza, entendido que el hombre es naturaleza. Y, como hemos dicho, el chamán representa a la naturaleza con su propio cuerpo en su concepción cosmogónica. Si por otro lado, la pasión puede entenderse como “locura”, concepto que, desde una perspectiva psiquiátrica tradicional puede comprenderse equivocadamente como un error de la razón, este concepto debe someterse a crítica actual y a revisar los valores éticos que la imponen para marginar a quienes se sobresalen de lo común o a quienes se apartan de las normas occidentales dentro de las cuales debemos someternos porque esos son los valores que se nos imponen a través de las instituciones sociales que no podemos obviar o poner en el exilio.
No obstante, no debemos olvidar que la razón, la pasión y la locura pertenecen al hombre y las tres están emparentadas con la vida y con la muerte, pero también con el genio, con el saber, con la verdad, con la lógica y con la ilogicidad. El mundo del arte está cuajado de estos ejemplos y normalmente y aunque sea peyorativo, se cree y considera que un verdadero artista es casi un loco, aunque simplemente sobresalga de lo común y por tal virtud, no se salva del estilete de la censura. También podríamos extender esta valoración a etnomusicólogos y a antropólogos que compartimos de manera comprometida con los aborígenes, como fue el caso de nuestra última investigación entre los Yanomami del Río Ocamo, Estado Amazonas en Venezuela.
En tales casos, la fascinación, la fantasía y la extravagancia son necesarias. Desde este punto de vista reflexivo, nosotros consideramos de esta forma que en algunas disciplinas es indispensable entonces dejarle un resquicio a la locura si es que desde allí se puede hacer bien a la humanidad. Reafirmamos entonces que los fenómenos de la cultura condicionan la evolución psiquiátrica de los diferentes grupos culturales y la estructura del canto chamánico ejerce un papel fundamental.
Como podemos apreciar en una interpretación ampliada, mucho podríamos decir aún sobre los antecedentes de esta práctica tan antigua entre los hombres. Comenzó posiblemente en la fase de los pueblos cazadores y recolectores hace medio millón de años. Científicamente se ha demostrado que el Hombre de Neanderthal, de hace medio millón de años, ya enterraba a sus muertos sobre lechos de pétalos de flores, pero además, sus muertos eran adornados con collares, sus cuerpos pintados y en sus tumbas en cavernas, eran colocados objetos de culto para la comunicación con lo divino y de valor religioso.
Desde este punto de vista, el chamanismo es arqueológico y paleoantropológico, estaba entre los hombres que iniciaron la creación de su cultura, es muy posible que antes del lenguaje o conjuntamente con la práctica chamánica se fue creando el lenguaje porque el poder de la palabra siempre ha estado presente en la cura chamánica y luego, muchos años más tarde, ya en nuestra Era, podemos considerar que el chamanismo es previo a las doctrinas del Islám, la Cristiandad, el Judaísmo, el Budismo, el Taoismo chino y el Zoroatrismo pérsico entre muchas otras prácticas y doctrinas religiosas instituidas hoy.
Por tales razones, el chamanismo merece el más absoluto respeto porque es sin lugar a dudas la fuente y el abrevadero de todas las doctrinas existentes en la actualidad y sus derivados, como son las manifestaciones hierofánicas o religiosas en su más mínima expresión, constituyen objetos de fe para quien se siente identificado con alguna representación que produce efectos virtuales y cumple un papel determinado en su universo mágico y religioso.
Práctica chamánica en la Venezuela aborigen actual
Varios millones de indígeneas de América siguen fieles a sus más caras tradiciones. Unos aún están inmersos en la práctica de su chamanismo central, en otros, el chamanismo sólo es muy periférico ya que los procesos religiosos o de colonización se lo han arrebatado todo o han desvirtuado su cultura. En Venezuela, de los 500.000 indígenas, que conforman las 33 familias etnolingüísticas, puede afirmarse que por lo menos el 80 % de ellos desarrollan la práctica chamánica. En ese 80 %
que son los mayoritarios pueden situarse, en primer lugar a los Yanomami, y al subgrupo Sanema-Yanoama. Luego, Piaroa, Warao, Pemón, Akawaio, Hoti, Wayú, Yukpa, Pumé, Guajibo, Eñiapá (Panare), Yekwana, Kurripako, Guarekena, Tsatsé, Kariña, Baré y Barí.
En la mayor parte de ellos el ejercicio chamánico responde al cumplimiento de sus tres roles principales de médico, maestro y sacerdote, o en otros casos, apenas se cumple con uno de los roles, muy especialmente, el de médico, o chamán curador y poseedor de los cantos.
Es muy importante destacar que este personaje en las sociedades aborígenes es muy respetado por su aura de misterio y por sus conocimientos, tanto como sabio, como filósofo, como adivino y hechicero poderoso que puede dominar el bien a su voluntad y el mal para colocarlo al servicio de la sociedad que representa.
Desde el punto de vista de la oralidad el chamán domina un universo de mitos y conoce el origen de sus rituales y ceremonias. De esta manera, la misma sociedad le asigna a su chamán o a sus chamanes un enorme poder de creación a veces comparable al mismo que se delinea en sus mitos de creación los cuales aluden a sus dioses, espíritus tutelares o héroes culturales. Por este conocimiento milenario el chamán contiene y desencadena variadas y fortificantes energías que siempre se han ubicado en el inicio de la creación, cuando los astros y otros personajes celestes eran seres humanos y vivían con los hombres en la tierra conjuntamente con los animales, o seres hombre-animal. Entre ellos se destacan el sol, la luna, las estrellas, o diversos otros elementos de sus galaxias que son explicados en sus relatos míticos y ritualizados en sus cantos chamánicos. Ahora bien, existe una enorme y marcada diferencia entre el discurso de los mitos y las palabras chamánicas. Las palabras chamánicas son una especie de fórmula mágica que debe ser aplicada según la técnica de su propio chamanismo. El discurso de los mitos explica cómo y de qué manera se fueron creando los diversos elementos de la naturaleza.
En casi todos los chamanismos, el chamán es considerado el “Dueño y Señor del canto y de la palabra sagrada”. Las palabras chamánicas son palabras específicas, tienen la capacidad de tener vida, de actuar por sí mismas de acuerdo con la fuerza de su pronunciación y además, por el hecho de saberlas aplicar en el preciso lugar dónde corresponden ser aplicadas. Así, puede manejarse el poder del sonido a voluntad de un buen chamán. Por otro lado, las palabras chamánicas son siempre entonadas, conforman un canto, es decir, la palabra es moldeada y con la entonación son conducidas hasta el sitio exacto en el cual se requiere de su presencia.
Estas palabras son prioritarias en la comunicación con sus espíritus y en los viajes extáticos para alcanzar los más sorprendentes y representativos niveles de exaltación poética y metafórica, además, sirven para lograr el establecimiento de contactos con dioses, semidioses, espíritus tutelares y héroes culturales. En este sentido, el dominio del espacio es una especie de isotopía jerárquica predominante, unida a una superficie etérea que es el espacio acústico en el cual se difunde el sonido y es importante porque ese espacio es el mismo que ocupan sus espíritus, dioses, semidioses y héroes culturales.
El canto chamánico está intrínsecamente poseído de un alto valor ritual y no es importante desde el punto de vista semántico, una persona sometida a ritual, ya en estado de enfermedad grave, de agonía o de éxtasis chamánico no responde a la volición y menos aún a la significación del canto. El mensaje chamánico está envuelto en redes constitutivas de interpretación chamánica pero no en enviar mensajes que aludan a la realidad. En ese caso no hay búsqueda de significados, el mensaje es significante sobre significante, es decir, que el canto chamánico no tiene como objetivo la intención de comunicar en el sentido más taxativo ni tampoco tiene como único fin práctico cumplir con una función causalística o cosalística.
En cada canto chamánico hay comportamiento ritual, ceremonia, magia, misticismo, búsqueda de seguridad, orientación hacia un status, logro, metas, devoción, promesa, compromiso, etc. y además, el canto chamánico no es el límite y punto final de todo ese largo y complejo proceso. Tampoco establece el canto chamánico la frontera entre lo anormal, lo patológico y lo psicótico. El chamán cumple a cabalidad con sus roles específicos y conoce el desempeño de sus funciones desde el punto de vista ritual, musical y oral.
El canto, la música, la oralidad, el manejo de su cuerpo y la ejecución de algunos instrumentos musicales en casos particulares, así como el uso de narcóticos como el Yopo para lograr estados especiales de exaltación están asociados al vuelo mágico que conlleva la sensación del movimiento ligero y de la gravitación. Es muy común escuchar las narraciones de un chamán yanomami sobre el vuelo del chapori o del viaje del chamán a través de las capas de la tierra o a través de las aguas o a través del espacio.
El chapori yanomami en éxtasis asciende en la realización de sus rituales y ceremonias y tiene la convicción de que en esa elevación de su espíritu en conjunción con la elevación de los sonidos de su canto encontrará al espíritu poderoso para transmutarse en él a través del canto y su yopo. El tiene la convicción de que ese espíritu guía, lo auxiliará en el logro que él persigue para el encuentro del espíritu que produce el mal. Este encuentro también le causa angustia, el espíritu del mal suele ser más peligroso y puede llevarlo inclusive a una elevación más violenta, así como a la caída en abismos insondables o a gravitar su cuerpo o a perder su espíritu o hálito de vida en una selva enmarañada de la que nunca podrá salir y conlleva en sí, hasta el peligro de morir. No obstante, el vuelo, aunque es arriesgado, es la representación de la liberación más grande de la potencialidad humana y un chamán que sepa realizar este vuelo sin desventura, es sinónimo de fortaleza, dominio e indestructividad. El chamán Karakawue nos informaba que cuando llegan los espíritus les entra frío en le cuerpo y así, titila su cuerpo y tiemblan sus labios.
Como vemos, el vuelo mágico del chamán aunado a los sonidos y a las notas musicales es, por sus propias características, una “metáfora axiomática”, es evidente y es incontestable, también es inexplicable desde el ámbito de la racionalidad. Esta intelección es solo posible al interior de la comprensión chamánica.
Esta noción de vuelo mágico es muy antigua, la actividad chamánica de todos los tiempos la posee como una actividad inherente a sus dominios y por tanto, la acción chamánica es sublimada dentro del ámbito de una atmósfera desestructurada: tanto el chamán, como su actividad chamánica, su música, su canto chamánico, los sonidos de sus instrumentos y su parafernalia están inmersos en un discurso estético sin concepto. Allí priva lo transitorio, se hace presente lo fugitivo y todas sus acciones se desarrollan en el ámbito de lo contingente ya que pertenecen a un arte abstracto y surrealista. Su acción chamánica representa y hace vivir lo desconocido, lugar hacia el cual se dirige con su canto
chamánico o con su discurso de palabras chamánicas, fórmulas mágicas o con el manejo de instrumentos de comunicación chamánica.
Todo chamán curador comprende que su actividad efectiva depende de la voluntad de sus espíritus auxiliares, de sus aliados y que el mal está asociado a la vez, a una elección divina o a la determinación de sus espíritus adversos. Tanto los espíritus auxiliares como los que hacen el daño aman el canto, la música, los alucinógenos, las bebidas embriagantes de los hombres y también se enamoran de los seres humanos, por tal razón, hay que tratarlos de complacer y los chamanes saben perfectamente bien cual es la actitud que deben tomar para cada situación, ya sea para la realización de una cura en particular, para “brujear”, como dicen los Yanomami, o para una epidemia, para la sequía, las cosechas o para las catástrofes naturales, etc. Con el vuelo extático, auxiliado por la música y también socorrido por alucinógenos que son parte esencial de su cultura, logra llegar hasta el origen de la vida, de la fertilidad, de la salud, del bienestar y hasta las propias fuentes de las causas de la locura y de la muerte.
Otro de los elementos asociados al vuelo extático en la práctica chamánica es el dominio del fuego. El fuego posee condiciones virtuales y contradictorias, sus poderes son dominados por la práctica chamánica, ya que el fuego calienta, asa y cuece pero quema, orienta, da vida, a su vez, destruye. Este principio sobre el fuego es tan antiguo como el hombre mismo y su dominio, que pertenece a la cultura del hombre conlleva el valor contradictorio que se neutraliza con los otros dos elementos fundamentales de la naturaleza: el agua que da vida, cura pero ahoga y el aire que es vida, pero a la vez destrucción si se sobrepasa de poderes. Frente a estos tres elementos naturales de potencialidad creativa y destructora a la vez, la música y la acción chamánica cumple papeles fundamentales. Está en todos ellos. La música y el canto chamánico se acerca a los espíritus de la vida, convence a los espíritus de la destrucción y apacigua y reorienta a los espíritus eternos en una acción creativa para los hombres.
Mucho hay que decir aún del chamanismo Yanomami, que siendo tan impresionante y extraordinario, en Venezuela, aún no se ha estudiado a profundidad. Es posible que este viaje sea el inicio de muchos otros en los cuales, podamos penetrar a profundidad en ese universo insondable e infinito del mundo de los chapori en sus propios chaponos.