El entrenamiento autógeno

 

Entrenamiento autógeno significa ejercitarse por sí mismo. El método se basa en la concepción de que el ser humano no está formado por dos partes separadas, el cuerpo terreno y el alma supraterrena, sino que constituye una unidad, un organismo animado. Por este motivo el aprendizaje espiritual es capaz de influir sobre el comportamiento total del organismo: el alma influye sobre el cuerpo. La persona cuya intranquilidad interna del cuerpo y del alma se manifiesta por palpitaciones (neurosis cardíaca), puede curarse por hipnosis u otros procedimientos de psicoterapia. Un paciente con asma bronquial (espasmo de las vías respiratorias) puede verse libre de su afección por medios análogos. El entrenamiento autógeno forma parte de los tratamientos que se engloban bajo el rótulo de terapia psicosomática.

El entrenamiento autógeno tiene su origen en la experiencia médica proporcionada por la hipnosis. Esta es un estado parecido al sueño que se consigue por influencia psíquica sobre las personas normales; resulta más difícil producirlo en las personas nerviosas o neuróticas. En los enfermos mentales, la hipnosis sólo se consigue excepcionalmente. En la hipnosis profunda se llega a conseguir un estado de sonambulismo. Cuando la hipnosis es menos profunda, produce un estado de agradable tranquilidad en el que se mantiene despierta la vida interior (fantasías, sentimientos, etc.) mientras se olvida total o parcialmente el mundo exterior. Durante la hipnosis pueden recordarse hechos y conocimientos ya olvidados. La hipnosis pura sin otras sugestiones es un estado de concentración interna que produce un efecto bienhechor, tranquilizante y de restablecimiento. La supresión de los estímulos externos puede llevarse a un grado tal que permita la realización de partos y de operaciones de envergadura sin anestesia, gracias a la sugestión analgésica.

Tampoco en la hipnosis es posible la separación de cuerpo y alma. Hay que habituarse a comprender que la hipnosis, al igual que el sueño nocturno, el cansancio, el lenguaje, etc., constituye una actividad de la unidad psicofísica. A esto se debe que la persona que se halla en hipnosis tranquila perciba también un cambio característico en su cuerpo, consistente en una peculiar sensación de peso y calor. La sensación de peso tiene su origen en el relajamiento de los músculos que habitualmente sostienen el cuerpo mediante su tonicidad. La sensación de calor se debe a la dilatación de los vasos sanguíneos y al consiguiente aumento de irrigación. De esto se deduce que lo fundamental en el paso a la hipnosis es el relajamiento de los músculos y de los vasos sanguíneos, igual a como ocurre en el sueño nocturno. Esto se consigue mediante el dominio progresivo de la concentración. El entrenamiento autógeno, o autorrelajación concentrativa, permite alcanzar el mencionado estado de reposo similar al sueño sin que se precise la colaboración de otra persona. Es un método por el cual se consigue el «ensimismamiento» por propia iniciativa y de manera progresiva y ordenada, haciendo fructíferas las fuerzas del mundo interior dentro de límites adecuados.

Todo aprendizaje persigue dos propósitos:
a) aumento de los rendimientos vitales
b) eliminación de errores.

Lo mismo vale para el entrenamiento autógeno. Puede ser de utilidad para mejorar valores positivos, tales como rendimiento en el trabajo, autodominio, etc., o disminuir, e incluso suprimir, factores negativos, nerviosidad, angustia, insomnio, etc. La relajación en el entrenamiento autógeno no es sólo un camino para llegar a la tranquilidad del ensimismamiento, sino que tiene además un valor intrínseco. Todo lo vivo oscila entre dos polos: tensión-relajación. El animal sano cuando está inactivo, duerme. El hombre moderno necesita un máximo de tensión en su rendimiento y autodominio. Por este motivo sufre fácilmente de espasmos con el consiguiente trastorno de sus funciones mecánicas, como son la digestión, la respiración, el sueño, etc. sin mencionar los efectos en sus sentimientos vitales y en la esfera psíquica. El entrenamiento autógeno exige una participación incondicional y perseverante de la concentración interna, pero no recurre a la voluntad consciente, tensa y activa, sino que se sirve de una entrega interior a determinadas representaciones preestablecidas; del mismo modo que sólo se puede conciliar el sueño cuando hay un «entregarse» a él y no cuando existe una voluntad activa de «dormir». Los diferentes ejercicios están escalonados de tal forma que se empieza por los más simples e insignificantes. A medida que se progresa en el aprendizaje y se combinan los ejercicios, se alcanza un estado semejante al de un agradable baño caliente, manteniendo la cabeza fresca. El que se abandona pasivamente a la sensación que le produce un baño caliente, es capaz de quedarse dormido como si hubiera ingerido un hipnótico. De igual forma hay que entregarse a los diversos ejercicios de nuestro método.

La relajación progresiva interna producida por este método conduce a una conmutación de todo el organismo en su nivel interno que permite mejorar lo bueno y eliminar lo malo. Con la relajación y concentración se puede conseguir:

l.- Restablecimiento después de una enfermedad (convalescencia).

2.- Autotranquilización, conseguida por relajación interna y no por propia imposición. Disgusto, violencia, temor – en resumen todas las emociones negativas – deben su poder a la fuerte conmoción del organismo. Es un círculo vicioso en el que ambos factores se nutren mutuamente. Si se tiene en cuenta que la angustia transcurre con temblor y que éste significa tensión, se comprende que la angustia disminuya cuando se efectúa la relajación. La misma palabra «angustia» (angostarse, estrecharse) significa espasmodización. La persona que domine la autorrelajación concentrativa es capaz de provocar una relajación interna en el momento de la angustia. De la tormenta orgánica producida por esta emoción negativa queda sólo un pálido reflejo fácil de eliminar. Ha tenido lugar una autotranquilización por amortiguación de la resonancia afectiva. De manera análoga, el entrenamiento autógeno es el camino natural del sueño.

3.- Autorregulación de funciones orgánicas consideradas «involuntarias», por ejemplo, la circulación sanguínea (hipertensos).

4,- Aumento del rendimiento laboral, por ejemplo, mejor memoria, disminución de la fatiga.

S.- Disminución y aun supresión del dolor físico. No se trata del aumento de la capacidad de sufrimiento, sino de una desaparición, e incluso una no aparición del dolor.

6.- Autodeterminación conseguida por la formulación de propósitos representados en estado de concentración. Esta formulación de propósitos actúa automáticamente al igual que las sugestiones posthipnóticas.

7.- Autocrítica y autodominio conseguidos por visión interior en el curso de la concentración.

Los Ejercicios

Experiencia previa

Apóyense ambos codos sobre la mesa y sujétese entre las yemas de ambos índices un hilo de unos 30 cm del que penda un objeto pesado, por ejemplo, un anillo. Póngase un reloj precisamente debajo del péndulo y obsérvese el eje VI – XII. El péndulo empezará a oscilar por sí mismo en la dirección pensada. Provóquese el mismo movimiento voluntariamente y se tendrá una sensación totalmente distinta, de «actividad», de «tensión muscular». Una idea representada con suficiente intensidad, una «concentración», determina un manifiesto movimiento «involuntario». La experiencia muestra que esto sucede en toda persona normal. No es que el alma piense y que el cuerpo la siga, sino que es la totalidad psicosomática la que vive por imaginación el movimiento del péndulo. Esta sencilla experiencia es el punto de partida para la comprensión de los ejercicio

s. Así, por ejemplo, si se quiere relajar la musculatura de un brazo por concentración, sólo hay que representarse interiormente en forma concentrada dicho estado de relajación. La relajación muscular se traduce por sensación de peso. En el entrenamiento autógeno sólo tenemos que concentrarnos en la fórmula «el brazo está pesado» y, al igual que en el movimiento del péndulo, sobreviene la sensación correspondiente que se acompaña de relajación muscular, como puede observarse con facilidad.

Basándose en este fenómeno, se elabora la relajación concentrativa en seis zonas diferentes:

1.- Músculos
2.- Vasos sanguíneos
3.- Corazón
4.- Respiración
5.- Organos abdominales
6.- Cabeza

Es un error empezar el entrenamiento ejecutando simultáneamente todos los ejercicios, porque entonces la concentración abarca un campo demasiado amplio. El entrenamiento debe comenzar por un brazo: el derecho en el diestro, el izquierdo en el zurdo. Condiciones indispensables para un buen entrenamiento son en primer lugar una postura cómoda, de lo contrario vienen tensiones de origen mecánico que pueden hacer fracasar el entrenamiento; además, se necesita una habitación tranquila, en penumbra y con temperatura agradable.

Si se efectúa el entrenamiento regularmente con un solo brazo, la sensación de peso que se consigue se extiende a otras zonas, porque el sistema nervioso las relaciona entre sí. De este modo se relajan las otras tres extremidades. Si se practica indistintamente con un brazo u otro, nunca se llegará a conseguir buenos resultados.

1er. Ejercicio:
El Peso. Relajación muscular

El entrenamiento autógeno tiene su punto de partida en la musculatura voluntaria, porque éste es el sistema mejor conocido y que más obedece al hombre. Además, la hipnosis nos enseña que lo que más fácilmente se presenta es la relajación muscular. Esta es percibida como peso en el cuerpo, cosa de todos conocida, porque se produce al conciliar el sueño. Toda atención hacia el mundo externo va acompañada de tensión muscular: mirar, hablar, coger, caminar, etc., precisan de movimientos musculares. Con justicia es calificada de «tensión» toda actitud de espera anhelante. porque en ella todos los músculos están «tensos», Muchas personas expresan su concentración mental con un fruncimiento del entrecejo. Todo propósito, incluso la idea de efectuar un movimiento, provoca tensión en los músculos voluntarios. Nos sentimos diferentes en postura «firmes» a cuando estamos en estado de lasitud.

Para el primer ejercicio, la mejor postura es la sentada, Resulta muy adecuada una butaca de respaldo alto que permita apoyar la cabeza, con mullidos brazos donde apoyar las extremidades superiores. El codo debe quedar abierto en ángulo obtuso de unos 130′. porque de esa manera los extensores y los flexores están en equilibrio. Hay que apoyar la espalda cómodamente, lo mismo que la nuca. Se puede recurrir a pequeños almohadones que ayuden a sostener la postura. Los pies se apoyarán en toda su extensión en el suelo, las rodillas se mantendrán hacia afuera, lo que evitará mantener tensiones musculares en los muslos. La mayoría de las personas tienden a juntar las rodillas cuando están sentadas, tensando así las extremidades inferiores.

Si no se dispone de butaca, es posible tenderse de espaldas, con la nuca cuidadosamente apoyada, los brazos extendidos a lo largo del cuerpo con los codos ligeramente doblados y las palmas de las manos hacia abajo, Las puntas de los pies irán dirigidas hacia afuera.

Existe, además, una tercera postura. La persona se sienta en un banco o taburete sin apoyar la espalda. Se afloja todo el cuerpo, los brazos cuelgan a los lados, la espalda se encorva, la cabeza pende hacia adelante. El tronco queda hundido en sí mismo sin inclinación alguna. Al disminuir de esta forma el tono muscular, la persona queda como colgando de su propio esqueleto, en particular de su columna vertebral, de sus articulaciones y ligamentos. A continuación se hacen balancear los brazos y se colocan luego sobre los muslos, apoyándolos por el tercio superior del antebrazo, cuidando que el ángulo del codo sea el ya mencionado y que las manos queden colgando entre las piernas sin tocarse. Esta se denomina «postura de cochero».

En una de estas tres posturas se empieza con el primer ejercicio. Para facilitar la concentración interna se cierran los ojos y la persona se presenta mentalmente, con la máxima concentración posible, la fórmula: «Estoy completamente tranquilo», que es el objetivo final del método. Después de mantener esta frase en la mente uno o dos minutos, se sigue con: «El brazo derecho está pesado». Esta es la primera fórmula del entrenamiento. Se mantiene la concentración en ella, sin hablar ni realizar ningún movimiento. En toda persona normal se presenta, después de un poco de práctica, una manifiesta sensación de peso localizada preferentemente en el codo, antebrazo y mano.

Después de un plazo máximo de tres minutos se efectúa el «retroceso», que también debe aprenderse concienzudamente para conseguir que todo el proceso se realice de una forma cada vez más automática. Tiene que efectuarse siempre así:

1.- El brazo se flexiona y extiende varias veces con energía.
2.- Se hacen una respiraciones profundas.
3.- Se abren los ojos.

La fórmula resumida es: Sacudir el brazo – respirar profundo – abrir los ojos.

El aprendizaje del método sólo es posible si la relajación se efectúa con todo cuidado, precaución y perseverancia, y si el retroceso se hace con exactitud. El entrenamiento autógeno sólo da sus frutos si se domina la técnica. Hay que conceder la misma importancia al tiempo de duración de los ejercicios que a la buena ejecución de ellos. En los primeros quince días pueden practicarse tres sesiones diarias (mañana, tarde y noche), de hasta tres minutos de duración. Si al principio del aprendizaje la persona alarga los ejercicios por querer hacerlos demasiado bien, aparecen tensiones inconscientes, y entonces nota que la sensación de peso, en lugar de hacerse más intensa, cede y desaparece progresivamente.

Al cabo de unos seis días de entrenamiento, la sensación de peso aparece más rápida e Intensa, a la vez que se insinúa en las otras extremidades, sobre todo en el otro brazo. Cuando ella ya exista en ambos brazos, el retroceso se efectúa sacudiendo ambos brazos al mismo tiempo. El peso de las piernas no precisa de un especial retroceso, ya que éstas se mueven más automáticamente.

Habitualmente, el entrenamiento está lo suficientemente avanzado a las tres semanas, de modo que con sólo un momento de concentración interna ya se relajan con pesadez de plomo brazos y piernas al mismo tiempo. A partir de este momento la duración de los ejercicios puede establecerse en cinco minutos. Entonces es la ocasión para pasar al segundo ejercicio de relajación vascular.

Hay que tener presente que los tiempos calculados para que se manifiesten los efectos del ejercicio son promedios. Varían mucho de una persona a otra, porque dependen del grado de tensión de quien los aborda. En casos extremos, hay personas que han demorados tres y más meses en sentir las primeras sensaciones de peso en los dedos de la mano derecha.

2º Ejercicio:
Calor.- Relajación vascular

Los ejercicios musculares no tienen en sí nada de sorprendente, ya que el profano considera los músculos sometidos a la voluntad. El que los vasos sanguíneos puedan ser objeto de entrenamiento ya es algo más extraño. Pero no hay que olvidar.que todas las emociones van acompañadas de reacciones vasculares (rubor, palidez). Por otra parte, el endurecimiento físico para soportar bajas temperaturas, por medio de
baños de aire y de agua fría, ejercita los vasos sanguíneos. También son conocidos los cambios vasculares en la hipnosis, durante la cual se puede producir enrojecimiento, aumento de calor en una zona determinada, detención de una hemorragia, quemaduras por sugestión, etc. El entrenamiento autógeno ha aprovechado de manera sistemática estas experiencias aplicándolas a su doble finalidad:

1.- Dominio corporal.
2.- Relajación por concentración.

Las arterias que conducen la sangre desde el corazón a los órganos, los capilares y las venas que devuelven la sangre al corazón, constituyen, conjuntamente con la circulación pulmonar y hepática, el corazón periférico. Los plexos capilares de la piel son capaces de almacenar una tercera parte de la sangre del organismo. La distribución de la sangre en los vasos, por dilatación y constricción de los mismos, se regula a través del sistema nervioso y es determinada por la actividad, las emociones y las inhibiciones de ellas. El corazón periférico – el sistema vascular – es un aparato vivo de presión y velocidad circulatoria variable. Toda reacción parcial repercute sobre la totalidad del sistema.

Cuando ya se domina la sensación de peso – nunca antes – el ejercicio se amplia a:

1.- Estoy completamente tranquilo.
2.- Los brazos y piernas están pesados.
3.- El brazo derecho está caliente.

En personas normales aparece muy pronto una sensación interna de calor fluyente, casi siempre desde el codo al antebrazo y mano. Así como la relajación muscular sentida como peso ha podido ser medida por medios mioeléctricos u otros, también la sensación de calor ha sido detectada como una radiación calórica de más de un grado Celsius cuando se ha podido llegar a un buen dominio del ejercicio del calor.

Cada ejercicio se realizará empezando por el principio y sin omitir ninguna fórmula. En el curso ulterior del entrenamiento se observa cómo la sensación de calor se hace cada vez más manifiesta en el brazo de la prueba y luego se extiende a las restantes extremidades. Para conseguir esto se requieren de dos a cuatro semanas. Además, se puede observar cómo, a medida que progresa el entrenamiento, el peso y el calor se van extendiendo al tronco La relajación de los vasos sanguíneos ejerce una influencia especialmente sedante, muy beneficiosa para los hipertensos.

Cuando se pasa a un nuevo ejercicio, la persona debe concentrarse ante todo en los ya conocidos, y destinar al nuevo ejercicio un tiempo tan corto como señalamos al comienzo. Superados los ejercicios de peso y calor se continúa con el siguiente.

3er. Ejercicio.-
Regulación cardíaca

El corazón es un músculo contráctil de actividad continua, interrumpida sólo por cortas pausas de reposo, que está sometido a una complicada regulación nerviosa. Mediante el ejercicio del calor, la persona ya aprendió a regular en forma autógena un sistema orgánico involuntario como es el vascular. En el tercer ejercicio se aprende a hacer lo mismo con el corazón.

La relajación de los músculos se consiguió mediante la concentración en la fórmula «peso» y la de los vasos sanguíneos por la fórmula «calor». ¿Qué sensaciones produce el corazón? Algunos pacientes las conocen a través de esfuerzos, emociones, fiebre, etc.; pero la mayoría de las personas normales tendrá que descubrirlas. Esto se efectúa de la siguiente manera: Estando la persona tendida de espaldas, apoya el codo derecho contra el costado de tal manera que quede situado al mismo nivel del plano anterior del tórax; la mano derecha se aplica a la región precordial, por sobre la tetilla derecha hacia el esternón. El brazo izquierdo queda extendido a lo largo del cuerpo, con la palma hacia abajo y el codo ligeramente doblado. A continuación se concentran tranquilidad, peso, calor, procurando localizarlos en la región del tórax en que se apoya la mano. El peso de la mano es una especie de indicador. Al cabo de algunos ejercicios empiezan a percibirse sensaciones cardíacas. Repitiendo toda la cadena de ejercicios ya hechos: tranquilidad-peso-calor, hay que concentrarse en esta región con la siguiente fórmula:

«El corazón late tranquilo y fuerte».

Cuando se ha aprendido a sentir el corazón y se ha descubierto la sensación cardíaca, la mano ya no se aplica en la región precordial, sino que se procura influir sobre el corazón directamente, sin ayuda externa. Nunca se deberá intentar la lentificación del pulso por ser perjudicial.

4º Ejercicio.-
Regulación respiratoria

La respiración es una función en la que influyen factores voluntarios e involuntarios. De la misma manera como el peso y el calor se extienden espontáneamente desde el brazo de prueba a los otros miembros, la relajación interna elaborada a través de una relajación muscular, vascular y cardíaca se extiende de una manera natural a la respiración. En el Entrenamiento Autógeno todo cambio voluntario en la respiración constituye una interferencia, porque significa tensión y actividad. La persona que se entrena debe obtener primero las sensaciones correspondientes a los ejercicios Nº 1 al 3 y a continuación, se concentrará en la fórmula:

«La respiración es tranquila»,

Algunas personas caen en la tentación de hacer ejercicios respiratorios voluntarios. Esto debe evitarse de manera tajante, La tranquilización de la respiración tiene que surgir como resultante de la completa sintonización de reposo. Para evitar cualquier movimiento respiratorio voluntario es recomendable utilizar la fórmula concentrativa suplementaria:

«Algo respira en mí».

La respiración debe ser como un soporte que mantenga a flote al sujeto que se ejercita. Este debe dejarse llevar por la respiración como si flotara sobre tranquilas olas.

El dominio de este ejercicio puede alcanzarse en diez o quince días, o sea de seis a diez semanas de haber iniciado el entrenamiento.

5º Ejercicio.-
Regulación órganos abdominales.- Plexo solar.

Los órganos abdominales necesitan ser relajados al igual que los torácicos y las extremidades. Para conseguirlo es preciso concentrarse sobre el mayor nudo nervioso vital del abdomen: el plexo solar. Está situado aproximadamente en la mitad de la línea que une el ombligo con el extremo inferior del esternón, o sea en la mitad superior del abdomen. Después de haber pasado cuidadosamente por los ejercicios Nº 1 al 4, se emplea la fórmula:

« El plexo solar irradia calor».

Este ejercicio también precisa, en condiciones normales, de diez a quince días. Se facilita a veces imaginando que el aire exhalado se dirige al abdomen.

En esta fase del entrenamiento, hallándose el individuo totalmente relajado, con sensación de peso generalizado y de calor radiante, con el corazón y la respiración tranquilos, se pasa al siguiente ejercicio,

6º Ejercicio.-
Regulación de la región cefálica

En el baño sedante que tomamos como modelo para el entrenamiento, se aumentan los efectos si se aplica una compresa fresca (nunca fría) en la frente. Es proverbial decir de una buena persona que tiene el corazón caliente y la cabeza fría. Cualquier emoción agolpa la sangre a la cabeza. Esta es la razón por la cual en el Entrenamiento Autógeno se practica una conmutación especial en la región cefálica. Se efectúan los ejercicios N” 1 al 5, y luego se presenta la fórmula:

«La frente está agradablemente fresca».

Esto se hace al comienzo con mucha precaución y sólo durante unos diez segundos.

Así como la representación de calor conduce a una dilatación de los vasos, la representación de frío da lugar a una constricción de ellos y, por consiguiente, a una isquemia refrescante, Como los vasos sanguíneos de todo el organismo están estrechamente relacionados, una constricci

ón vascular local puede repercutir sobre otras zonas vasculares. Un buen ejemplo lo constituye el fenómeno observado en algunas personas en las cuales la introducción de un dedo en agua fría provoca palidez en toda la mano, e incluso en la otra,

En el Entrenamiento Autógeno provocamos la relajación concentrativa desde el cerebro, lo que da lugar a considerables oscilaciones de la irrigación sanguínea. Durante el ejercicio de enfriamiento frontal no son raras las lipotimias y jaquecas, mientras que en el de calor pueden sobrevenir trastornos vasculares y cardíacos. Para mayor seguridad, recomendamos un chequeo médico general previo a la ejecución de estos ejercicios y una cuidadosa dosificación de los ejercicios de acuerdo a las instrucciones dadas.

El enfriamiento frontal puede aprenderse en unos quince días. Como en todas partes existen corrientes de aire imperceptibles, este efecto puede percibirse a veces como un «hálito frío», el «hálito fantasmal» de los espiritistas.

Los seis ejercicios descritos y su generalización constituyen el grado inferior del Entrenamiento Autógeno, Un ejercicio completo los reúne de la siguiente manera:

«Estoy completamente tranquilo» «Brazos y piernas pesados» «Brazos y piernas calientes» «El corazón late tranquilo y fuerte» «La respiración es tranquila. Algo respira en mí» «Frente agradablemente fresca»

A continuación, el retroceso:

Sacudir los brazos
Respirar profundo
Abrir los ojos.

Al cabo de unos tres a seis meses, una persona normal (no neurótica) puede dominar estos seis ejercicios. A partir de ese momento, debe llegarse al absoluto dominio del método, efectuando uno a dos ejercicios diarios durante cuatro a seis meses, con lo cual la intensidad de los fenómenos será cada vez mayor y la aparición de ellos cada vez más rápida. No olvidar que cada ejercicio completo debe terminar con un cuidadoso retroceso: sacudir los brazos – respirar profundo – abrir los ojos. El organismo aprende de esta manera a relajar profundamente todos sus sistemas por concentración interna y a ponerlos nuevamente en tensión gracias al retroceso, El que llega a dominar el método adquiere la capacidad de conmutación autógena: «relajación – tensión».

Conseguida esta generalización, puede ser entonces suficiente en la práctica una relajación parcial. La más útil es la de la zona hombros-nuca, Si la persona entrenada provoca «peso» intenso en esa región, se produce una relajación total con todas sus ventajas. sin que se precise de una postura especial.

Práctica y Aplicación

En el entrenamiento nunca debe forzarse, ni mantenerse forzadamente, cualquiera de las sintonizaciones. La persona debe dirigir la atención interna tranquilamente de una a otra representación, como si fuera espectador de sus propias vivencias internas.

Hay que intentar representar las fórmulas de los ejercicios («el brazo está pesado») en forma de imagen: como un anuncio luminoso en la oscuridad, melodía, tonadilla, fotografía, etc. No se debe «pensar» en ideas, sino que se deben contemplar las imágenes interiores que corresponden a estas fórmulas. No hay que repetir de manera forzada cada imagen, lo que significaría una actitud de tensión activa, que puede producir fácilmente dolores de cabeza y dificultar el entrenamiento. Si aparecen pensamientos ajenos al ejercicio, hay que dejarlos desfilar tranquilamente. Esto resulta tanto, más fácil cuanto más sean representadas las fórmulas como imágenes que se puedan contemplar – o escuchar – cómodamente y sin esfuerzo. De esta manera la relajación se generaliza de forma totalmente natural y persistente.

Cuanto mayor sea el dominio del entrenamiento, tanto más se funden los seis ejercicios en una unidad indisoluble. En este período la conmutación se establece profundamente desde un principio. Al cabo de unos cinco o seis meses la fórmula se resume a «tranquilidad-peso-calor-corazón tranquilo-respiración- plexo solar caliente-frente fresca» y con ello se cae en conmutación y se produce la sensación general de relajación total.

Como en todos los aprendizajes, en el Entrenamiento Autógeno también puede haber fases de menor rendimiento. Si esto se hace muy manifiesto, lo mejor es volver a comenzar por el primer ejercicio, y al cabo de unos días se volverá al dominio de la totalidad.

Si en el curso de un ejercicio la persona se queda dormida, el despertar puede considerarse como término de la conmutación y no se precisa del retroceso. Durante un ejercicio nocturno no hay que tener la preocupación de efectuar el retroceso, sino que se puede conciliar tranquilamente el sueño.

Fácil de conseguir es la supresión del dolor. Si la persona se concentra, por ejemplo en el dorso de la mano, puede producir un ligero enfriamiento cutáneo parecido al enfriamiento frontal, y a continuación se, presenta la fórmula: «La piel no duele». Entonces se presenta en el 50% de los casos una disminución o abolición de la sensibilidad dolorosa. A veces el dolor reaparece después del retroceso. Antes de efectuar el retroceso propiamente tal, hay que sintonizar sensibilidad en el lugar afectado sustituyendo el enfriamiento por calor. En la consulta del odontólogo, al colocarse una inyección, durante la curación de alguna herida, o en cualquier caso similar de la vida cotidiana, la supresión concentrativa del dolor puede ser de gran utilidad.

Pero el Entrenamiento Autógeno también es valioso para la vida en general. Puede aplicarse con diferentes objetivos:

La relajación como medio de restablecimiento. Tensión significa desgaste de energías; relajación es ahorro de las mismas. La energía ahorrada es aplicada por la naturaleza al restablecimiento del organismo. Es una considerable ventaja el poder establecer una conmutación autógena de cinco a veinte minutos cuando precisamos recuperar fuerzas. Lo mismo en lo relacionado con el sueño. La persona que domina el entrenamiento autógeno puede conciliar el sueño a voluntad y despertarse a una hora prefijada.

La relajación como medio de tranquilización. El vivir relajado ahorra energía para las contingencias más importantes. Quien se entrene con perseverancia llegará a adquirir inevitablemente una postura más tranquila, más «suelta», ante la vida. «Ya no puedo enfadarme» dicen muchas personas al cabo de años. La natural tranquilidad a la que conduce la relajación del entrenamiento autógeno no debe confundirse con la carencia de sentimientos. Los que desaparecen son los espasmodizados y erróneos. Los sentimientos puros no sólo permanecen sino que se profundizan.

Progresos y aumentos de rendimientoLa concentración, la introspección, permiten aumentar muchos rendimientos. Están más a la disposición de la persona los sentimientos, las sensaciones (véase «descubrimiento de la sensación cardíaca»), la comprensión interna y los recuerdos. Tómese como ejemplo una poesía de la época escolar, en su mayor parte olvidada. Regístrese todo lo que se recuerda de ella, luego efectúese la conmutación autógena y con frecuencia se recordará toda la poesía.

Autodominio y autodeterminaciónEl autodominio que exige la vida cotidiana se facilita mucho por el Entrenamiento Autógeno y con la tranquilización interna y natural que éste produce.

Por nuestro método es posible regular la irrigación sanguínea, el latido cardíaco, etc., funciones consideradas como involuntarias. Esto sólo puede extrañar a quienes comparten el error general de que nuestra musculatura esquelética es «voluntaria». En realidad, el niño tiene que «descubrir» después de muchos tropiezos la dirección de sus brazos, piernas y ojos, al igual que el que se entrena con nuestro método tiene que hacerlo con la sensación cardíaca. El hombre normal sólo domina algunos movimientos, si quiere realizar otros: gimn

asia, conducción de un vehículo, mecanografía, etc., debe conquistar primero su musculatura voluntaria, tiene que «entrenarse». No existe, por consiguiente, ninguna diferencia fundamental entre los músculos esqueléticos y los órganos internos (vasos, corazón, tubo gastrointestinal, etc.).

En el curso normal del Entrenamiento Autógeno el dominio de las funciones orgánicas «involuntarias» sólo es un medio, no un fin en sí mismo. En el tratamiento de muchas enfermedades puede rendir grandes servicios si se efectúa bajo vigilancia médica. Una serie de molestias muy frecuentes, como frialdad de pies y manos, insomnio, rinitis alérgica, colon irritable, responden muy bien, y a veces son resueltas definitivamente con el Entrenamiento Autógeno.

Este método también puede ser útil para influir sobre la actitud ante el mundo y ante sí mismo. Para este fin se toman como objetivos determinados principios que así llegan a hacerse efectivos. De la misma manera que se formula: «el brazo está pesado», se puede formular por ejemplo: « este trabajo es un placer», «El problema será solucionado», «la dificultad será vencida», etc. Esta formulación de propósitos en la concentración autógena tiene el mismo efecto automático que las sugestiones hipnóticas, sobre todo si se persevera en ellas durante los ejercicios nocturnos y – sin hacer retroceso – se trasmiten al sueño. La autoeducación plantea interesantes problemas, desde la eliminación de hábitos perjudiciales (fumar) hasta la formación del carácter («el valor es victoria»). En este camino es de gran interés la introspección concentrativa .

La relajación del entrenamiento autógeno no debe considerarse como una receta para las actitudes vitales. La vida exige polaridad: por un lado está la realidad y la tensión combativa, por el otro, la relajación constructiva emergiendo del interior. Para esto se ha ideado el Entrenamiento Autógeno como una ayuda gimnástica espiritual.

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