Anacreonte (582-485 a.C.) fue un poeta griego que gustaba de cantar al vino y al amor utilizando la ironía y el erotismo. Las anacreónticas son composiciones poéticas al estilo de Anacreonte, de frívola sensualidad, de tono festivo y alegre. Es una jubilosa exaltación de los sentidos en un ambiente placentero, que expresan un erotismo amanerado a través de delicadas referencias mitológicas grecolatinas. En el siglo XVIII la referencia anacreóntica se trasladó de la Grecia clásica a la Polinesia.
I. La Europa ilustrada
En la Europa del siglo XVIII surge el movimiento de la Ilustración caracterizado por el racionalismo utilitarista. Se pretende iluminar la humanidad con las luces de la razón, y con una moral anticonformista, para conseguir la felicidad. Esta renovación del pensamiento y desafío al poder supuso una mentalidad más abierta y una reivindicación del placer. Los poetas siguen la máxima de carpe diem (1) y los científicos, de libido sciendi (2). Es el siglo de la galantería con el ideal femenino representado en la mujer-niña, tal como lo muestra la pintura rococó.
Con el racionalismo filosófico se persigue la ruptura del orden existente, preguntándose por sus orígenes y comparándose con los pueblos descubiertos. Rousseau describe al noble salvaje y propone un retorno a la naturaleza.
Es la Europa prerrevolucionaria. Durante el primer viaje de Cook se patenta la máquina de vapor y se construye la primera máquina de hilar, durante el motín de la Bounty se produce la Revolución Francesa, y cuando muere Cook la guerra de independencia americana está en su apogeo. Precisamente el himno estadounidense está basado en la melodía de la canción «To Anacreon in Heaven».
II. Las antípodas
Los exploradores de la Ilustración descubren en las antípodas unas islas que surgen del mar como la Venus Anadiomena. «Lejos de la sombra del Imperio Romano […] hombres cuyos padres nunca habían estudiado a Virgilio, hombres que nunca habían sido conquistados por César, y que nunca habían sido gobernados por la sabiduría de Cayo o Papiniano» (3). Encontrándose en las antípodas culturales, sobre ellas se desborda la imaginación, los sueños del amor, la poesía y la libertad.
La naturaleza es pródiga, la vegetación exuberante, el clima benigno, el agua mana de fuentes perpetuas, los peces abundan en las lagunas y el alimento cuelga de todos los árboles.
Esto produce una sociedad indolente, «todo el resto del día lo dedican a estarse tendidos a la sombra como brutos». La estructura familiar es débil, «el matrimonio de estos naturales consiste solamente en el recíproco consentimiento de ambos consortes […] Este matrimonio es indisoluble en teniendo hijos, pero no teniéndolos se nombran solteros y pueden separarse cuando gustasen» (4). Las costumbres son permisivas, con una total desinhibición sexual. «Las mujeres casadas no tienen un sentido muy delicado de la modestia; sus maridos le permitirán cualquier libertad con sus esposas» (5). Emanan alegría y felicidad, y disfrutan de los placeres, con cánticos y danzas libidinosas.
La raza es hermosa, alta y fuerte, gozando de buena salud. Las tahitianas resultan atractivas para los europeos, «sus rasgos son hermosos, su porte elegante […] algunas mujeres son casi tan blancas como las europeas» (6). Y los europeos atraen su curiosidad, «me acogieron con toda la dulzura que este sexo encantador es capaz […] me desvistieron también de mis hábitos. La blancura de un cuerpo europeo les encanta» (7). Los primeros europeos quedan literalmente subyugados. Encantados por las libertades sexuales, el erotismo tiene un papel destacado en la creación del mito.
La hospitalidad tahitiana es generosa con los extranjeros. Además de los alimentos frescos, necesarios para reponerse de las penosas condiciones de la travesía hasta las antípodas, las mujeres se ofrecen de forma desconcertante. «Nos trajeron una mujer y un cerdo como presente». Esta misma hospitalidad acabaría provocando la muerte del Capitán Cook. Después de ser colmado de atenciones en la recién descubierta Hawai, una avería le obliga a volver a los pocos días. Entonces los nativos se muestran hostiles ante tan insaciables dioses.
III. Otaheite
James Cook (1728-1779) era una marino profesional, intrépido, riguroso, gran observador. De origen humilde, no tuvo tiempo de ilustrarse y como escritor es desmañado y torpe. Pero aprende rápidamente de los científicos eruditos que le acompañan en el viaje. Mientras estos hacen descripciones anacreónticas, Cook acaba sentando las bases para las futuras exploraciones científicas, y las descripciones etnográficas. Con sus exploraciones se cargó dos mitos de su época: el continente austral y el paso del noroeste americano (8).
Su isla favorita es Otaheite. Prefiere utilizar el nombre nativo al nombre inglés que le dio su descubridor, isla del Rey Jorge III.
Con su estilo desapasionado describe el paraíso terrenal: «el suelo es rico y fértil, está cubierto, en su mayor parte, de frutales y pequeñas plantaciones y lo riegan numerosos riachuelos de excelente agua que nacen en las colinas vecinas […] La tierra produce todo ello casi espontáneamente o, en el peor de los casos, con muy poco trabajo. En el capítulo de alimentación, casi podría afirmarse que estas gentes escapan a la maldición de nuestros primeros padres; no cabe decir que se ganan el pan con el sudor de su frente, la generosa naturaleza les proporciona todo lo necesario y abundantes superfluidades». Esta prodigalidad, que evita el trabajo de procurarse alimento, confiere a los tahitianos la feliz imagen de Adán en el paraíso: «Hizo Yahvé Dios brotar en él de la tierra toda clase de árboles hermosos a la vista y sabrosos al paladar, y en el medio del jardín el árbol de la vida y el árbol de la ciencia del bien y del mal […] Tomó, pues, Yahvé Dios al hombre, y le puso en el jardín de Edén para que lo cultivase y lo guardase». En cambio los occidentales son los herederos del Adán pecador: «Por ti será maldita la tierra; con trabajo comerás de ella todo el tiempo de tu vida […] Con el sudor de tu rostro comerás el pan» (9).
Vuelve a remarcar el contraste al describir las ceremonias celebradas un domingo: «Así fueron nuestros maitines; nuestros indios prefirieron celebrar vísperas de una forma muy distinta. Dos jóvenes celebraron los ritos de Venus delante de la gente, sin el menor sentimiento de resultar indecentes». Los maitines son las oraciones que se celebraban antes del amanecer, y las vísperas, al anochecer. Pero además juega con el doble sentido en inglés de véspero, el lucero vespertino de Venus.
Cook tiene por misión observar el tránsito de Venus sobre el Sol, pero antes llegó un francés con nombre de flor que encontró venus grecolatinas.
IV. Nueva Citera
Louis-Antoine de Bougainville (1729-1811) era abogado, matemático y filósofo. Amante de las fiestas sociales y de las mujeres, se le conocían diversas amantes. Gracias a la influencia de Madame Pompadour, se hace cargo de la primera circunnavegación francesa. Su descripción de Tahití, marcando los acentos líricos, mezclando el culto a Venus y las mitologías, provoca la nostalgia por las sociedades originarias y un contra modelo político (10).
Su isla es la Nueva Citera, recordando la isla griega donde Afrodita, la diosa del Amor y la Belleza, nació en medio de la espuma de mar, tal como lo cuenta Hesíodo: «Salió del mar la augusta y bella diosa […] se dirigió a Citera» (11).
Las referencias grecolatinas son constantes, recordando el propio origen de la cultura europea.
Diderot dice que «se nota que Virgilio estaba en la mente o en la maleta del viajero» (12). De hecho Bougainville pone en su relato algunas citas en latín de la Eneida de Virgilio. Luego, cuando describe los tatuajes polinesios, cita en latín a Julio César: «en su primer desembarco en Inglaterra encontró esta costumbre de pintarse; “omnes vero Britanni se vitro inficiunt, quod coerulem efficit colorem”.» (13)
Menciona todos los paraísos terrenales. «Me creí transportado al jardín de Edén […] Un pueblo numeroso disfruta de los tesoros que la naturaleza versa a manos llenas». «Es el país donde reina aún la franqueza de la Edad de oro». Se refiere a la edad mitológica en que los hombres vivían como los dioses, en justicia y paz. «Uno cree encontrarse en los Campos Elíseos». Es la residencia de los héroes agraciados con la inmortalidad por los dioses, lugar descrito por Virgilio como de perpetua primavera, revestido de vegetación, embellecido de flores, sombreado de apacibles arboledas y refrescado por fuentes perennes y la deliciosa brisa del céfiro. Están situados en el margen occidental del mundo, en la ribera del río Océano, en ocasiones llamados las Islas Afortunadas.
Bougainville encuentra la raza polinesia es magnífica, «para pintar a Hércules y Marte, no se encontrarían en ninguna parte tan bellos modelos». Pero lo que trastorna a los franceses son las mujeres. «La mayor parte de esas ninfas iban desnudas […] tal como Venus se mostró al pastor frigio». Las ninfas eran las divinidades de la naturaleza veneradas por los griegos como genios femeninos, que cantan y danzan con los mortales y en ocasiones llegan a ser sus amantes sobrenaturales. El pastor frigio es Anquises, entre cuyas sábanas de deslizó la diosa en el Himno a Afrodita de Homero. El compañero de viaje, Fesche, se recrea en otro mito frigio describiendo una joven «con el único vestido que llevaba Eva antes del pecado […] con dos manzanas enemigas la una de la otra, dignas como las de Helena de servir de modelo de copas incomparables por la belleza de su forma» (14). La belleza de Helena acabó provocando la guerra de Troya, donde se encontraba Anquises.
«El aire que se respira, los cánticos, la danza lasciva, todo recuerda a cada instante las dulzuras del amor, todo invita a entregarse a él […] Venus es aquí la diosa de la hospitalidad, y cada unión es una fiesta nacional». Las escenas que observan son «encantadoras, anacreónticas y dignas de los pinceles de Boucher» (15). Ante la invitación a ofrecer un sacrificio a Venus, «caímos en éxtasis; un calor vivo y dulce se ampara de nuestros sentidos; ardíamos».
V. Utopía
Philibert Commerson (1727-1773) era el naturalista de la expedición de Bougainville. Es el que descubre la bougainvillea glabra y la hortensia. Es un sabio austero, apasionado, irascible, que se enemista enseguida con sus compañeros de viaje. Pero tiene la picardía de embarcar como ayudante a Jeanne Baré disfrazada de hombre y con quien comparte camarote. Nadie descubre el engaño hasta que llegan a Tahití y los nativos inmediatamente exclaman exaltados que hay una mujer blanca, y debe ser rescatada antes de que le hagan los honores de la isla. Acabará siendo la primera mujer circunnavegadora (16).
Su isla es la Utopía. «Le apliqué el nombre de Utopía que Tomás Moro había dado a su república ideal, derivado de raíces griegas (eus y topus, quasi felix locus)». En realidad es la combinación de eutopia y outopia, a la vez lugar feliz y ningún lugar. «Es el único lugar de la tierra donde habitan hombres sin vicios, sin prejuicios, sin deseos, sin disensiones. Nacidos bajo el más bello cielo, nutridos de frutos de una tierra fecunda sin cultivo, regidos por padres de familia más que por reyes».
Donde Cook ve prostitución a cambio de un clavo, literalmente, Commerson ve un ritual al dios Amor, «toda la isla es su templo, todas las mujeres sus altares, todos los hombres los sacrificadores». Donde Cook ve ladrones, Commerson ve la inversa del talión, «aplicarse a sí mismo todo el bien que se hubiera hecho a los demás». Donde Cook ve depravación, «las mujeres de la clase inferior son, por lo común, pequeñas debido seguramente a sus tempranos amoríos»; Commerson ve naturalidad, «ni la vergüenza ni el pudor ejercen su tiranía; la más ligera de las gasas flota siempre a merced de los vientos y de los deseos».
«¿Y qué mujeres, me preguntaréis? Las rivales de las georgianas en belleza, y las hermanas de las Gracias todas desnudas». Entre los persas y los griegos era famosa la belleza de las vecinas georgianas, elogiada por Estrabón. Las tres Gracias (Eufrosina, la alegre; Áglade, la resplandeciente; y Talía, la floreciente y ardorosa) son las diosas griegas que presidían los banquetes, la danza y las fiestas sociales. Sus hermanas son las nueve Musas y suelen acompañar a Afrodita.
VI. Amat
Para Domingo de Boenechea (1730-1775) fue la isla de Amat, pero es un nombre casual, no una invitación al Amor (17). Los españoles ya tuvieron sus propios mitos en los siglos anteriores. Para ellos los polinesios son una extensión americana, «unos parecen zambos, otros indios, otros mulatos, otros cuarterones, y otros más blancos». Sin embargo, «las mujeres […] altas, de bellos cuerpos […] son muy cariñosas y de un atractivo grande». Incluso, «hay algunos muy rubios y de ojos azules» (18).
El investigador R.Langdon ha llegado a formular la hipótesis que estos isleños, de apariencia europea, podrían ser los descendientes de los náufragos de una carabela española perdida en la travesía a Filipinas. Según él, esto explicaría la atracción mutua (19).
Después llegó Cook, el que acabaría siendo el marino más grande de la historia, pero a la vuelta de su primer viaje era un desconocido. Su expedición era conocida como el viaje de Banks (20).
VII. Arcadia
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Joseph Banks (1743-1820), antiguo alumno de Eton y Cambridge, era un hombre rico y famoso, seductor, alegre, impetuoso y mujeriego. Se embarca con un equipo científico pagando sus gastos, y, como todos los hombres de Cook, a excepción de él mismo, sucumbiría a los encantos de las tahitianas, dedicándose a los estudios antropológicos entre las más bellas (21).
Su isla es la Arcadia. «La escena que descubrimos era la más verídica de las representaciones que podíamos imaginar de una Arcadia de la que íbamos a ser reyes». Arcadia era una región de la Grecia clásica habitada por pastores que se mantuvieron al margen de la evolución urbana. Se mitificó ya por los poetas clásicos como un lugar de vida plácida y serena, y pasó a la literatura europea como sinónimo de paraíso, un lugar de vida idílica y feliz.
Banks vuelve a utilizar referencias clásicas, designando a los jefes nativos con nombres griegos: Hércules, «por su enorme tamaño corporal»; Ayax, «por su aspecto severo»; Epicuro, «que tiene un hambre monstruosa» ; y Licurgo, «por la justicia que mostró». «Esta gente, como Homero, además de músicos son poetas». Los poemas épicos homéricos se difundieron en recitaciones de cantores profesionales.
Mientras Cook encontraba las nativas demasiado «masculinas», Banks les encuentra «fuego en los ojos». «Igual que Comus de Milton, han tomado la resolución de gozar libremente del amor sin preocuparse de las consecuencias». Comus es una obra del poeta inglés John Milton que, con abundantes referencias mitológicas, describe un dios pagano dedicado a embaucar a virtuosas doncellas (22). Los naturalistas parecen obnubilados por «una tropa de sílfides de tez oliva que cuando se desnudan para danzar parecen a punto de emprender el vuelo» (23). En el segundo viaje el papel de Banks fue para los Forster.
VIII. Calipso
George Forster (1754-1794), con solo dieciséis años, tiene ocasión de participar en el segundo viaje de Cook como ayudante de su padre, el director científico de la expedición. De espíritu empirista y filosófico, el joven idealista es capaz tanto de ver los signos de corrupción (infanticidio, canibalismo, tabúes arbitrarios) como de exaltarse con los placeres de Venus, volviendo de nuevo a las referencias clásicas (24).
Su isla es la de Calipso, «la imaginación y las miradas revoloteaban sin cesar sobre este delicioso paisaje […] en nuestro espíritu todo recordaba la isla encantada de Calipso». Es la ninfa de la isla de Ogigia que retuvo a Ulises en su odisea «en el palacio de Calipso, la de encantadoras trenzas, aunque todo el tiempo que estuvo con ella había tenido las atenciones que un dios puede tener» (25) .
«Es dulce pensar que la filantropía parece natural a los hombres […] Le ofrecieron los manjares más exquisitos, varios vestidos completos, y las ninfas de la isla le prodigaron sus favores». Forster se siente «embalsamado de perfumes y del céfiro, del que tanto hablaban los poetas antiguos». El céfiro es un viento de poniente, suave y apacible, el mismo que llevó a Afrodita sobre las olas hasta Chipre. Sus comparaciones entre los guerreros polinesios y los héroes griegos le llevan a lanzar la hipótesis de «un origen común entre griegos e insulares del Gran Océano».
El día de San Jorge, patrón de la Gran Bretaña, suben a bordo tantas mujeres, «de forma que cada marinero tuvo la suya». En cambio, ese mismo día, Cook anota en su diario que «los indígenas nos trajeron mercancías frescas, en cantidad suficiente para todos los marineros». Para Forster «se mezclaron los placeres de Venus y las orgías […] los excesos fueron increíbles […] la noche fue muy bella y la luna encantadora».
«Para los tahitianos, la diosa de la Luna no es la casta Diana, sino más bien la Astarté de los fenicios». Significativa comparación. La virgen Diana, diosa romana de la Luna, lo era además de la castidad. Astarté, diosa fenicia asociada a la Luna, y además ¡al planeta Venus!, era la diosa de la fecundidad y del amor.
IX. El mito
Los relatos de los exploradores del XVIII, cargados de referencias mitológicas, crearon un gran impacto en Europa. El imaginario de la isla polinesia llega investido de sacralidad y revestido de cultura. Se multiplican los relatos de expediciones de todo tipo, se reeditan viajes de otras épocas y se compilan historias generales de viajes. Incluso Voltaire se exalta con su lectura afirmando que «cuando ingleses y franceses se ponen de acuerdo, está demostrado que no nos engañan» (26).
Para la literatura de bajas luces es una referencia de erotismo exótico. La expresión «à la Nouvelle Cythéropolis» aparece como pie de imprenta de libros pornográficos clandestinos (27). En Londres se editan panfletos satíricos sobre las aventuras sexuales tahitianas de Banks (28). En Paris y en Alemania se construyen cabañas polinesias en los jardines para celebrar fiestas, o para encuentros furtivos, en un ambiente exótico. Es el mito erótico del deseo y la sexualidad según las leyes de la naturaleza, contrapuestas a aquellas de la sociedad civilizada y represiva de Europa.
Para los filósofos es una oportunidad para comparar la civilización con el hombre natural. Del mismo modo que los viajes de Américo Vespucio inspiraron la Utopía de Tomás Moro, y las descripciones de Canadá inspiraron a Rousseau, las descripciones de Tahití sirven de referencia para desarrollar nuevas utopías y quimeras. El enciclopedista Diderot escribe inmediatamente un suplemento al viaje de Bougainville para dar su versión del noble salvaje rousseauniano. Se sirve de la sencillez de la vida primitiva y la moralidad natural de los isleños para denunciar la artificialidad de la cultura europea y la decadencia de la civilización urbana (29). Con las referencias grecolatinas Occidente ve en el espejo polinesio su propio pasado de sociedad primitiva y edénica. Es el mito filosófico del noble salvaje, del retorno a los orígenes.
Para los sociólogos es una confirmación de la sociedad perfecta, sin prejuicios, armónica y justa. Pronto surge el socialismo utópico (Fourier , Saint-Simon, Owen), precursor del socialismo científico.
Para los escritores es una inspiración para sus libros de viaje, rehaciendo el mito a su medida y creando el género literario de los Mares del Sur. Se recrean en los textos de los exploradores, y entre ellos mismos. Melville sigue los pasos de Cook, Stevenson sigue a Melville, y London a ambos. Loti sigue a Bougainville, y Segalen a Loti y a Gauguin.
Escribía Henry Adams que «Tahití es irreal […] No se puede describir Tahití» (30). Al parecer nadie le hizo caso. Su isla es un mito, y las vahinés son las nuevas ninfas del último océano.
Notas y referencias
(1) Del latín, gozar del momento. De la oda XI del libro I de los Carmina de Horacio: «Dum loquimur, fugerit inuida aetas: carpe diem, quam minimum credula postero»; cuya traducción es: «Mientras hablamos, habrá huido celosa la edad: goza a bocados del momento, confiada lo menos posible en el de mañana».
(2) Del latín, placer de conocer.
(3) Stevenson, Robert Louis. En los Mares del Sur. Madrid: Valdemar, 1992, p.21.
(4) Andía y Varela, José de. Relación del Viaje Hecho a la Isla de Amat, por otro Nombre Otahiti, y Descubrimiento de Otras Adyacentes en los Años 1774 y 1775. Barcelona: Porter, 1947, pp.62,49. Se trata de la primera publicación de sus manuscritos, 172 años después.
(5) Parkinson, Sydney. A Journal of a Voyage to the South Seas. Londres, 1773:26. Disponible en línea en South Seas Voyaging Acounts, National Library of Australia,
(6) Greenfell Price, A., ed. Los Viajes del Capitán Cook (1768-1779). Barcelona: Serbal, 1985, pp.59-60.
(7) Scemla, Jean-Jo. Le Voyage en Polynésie: Anthologie des Voyageurs Occidentaux de Cook à Segalen. Paris: Lafont, 1994, p.688, citando al príncipe Nassau de la expedición de Bougainville.
(8) Notas biográficas de Cook en Scemla, op.cit.:1139-1145, y Greenfel, op.cit.:12. Christopher Lloyd en El Capitán Cook, 1988:166, lo describe como síntesis de los nombres de sus barcos: resuelto (Resolution), esforzado (Endeavour), aventurero (Adventure) y descubridor (Discovery). Las citas de Cook son de los diarios publicados por Beaglehole, citados en Scemla:181 y Greenfel:58-59.
(9) Génesis, 2-3.
(10) Notas biográficas de Bougainvile en Scemla , op.cit.:1133-1135. Las citas de Bougainville son de Voyage Autour du Monde, par la Frégate la Boudeuse et la Flûte l’Étoile; en 1766, 1767, 1768 et 1769, citados en Scemla:36-53, y de la versión en línea de Ministère des Affaires étrangères.
(11) Hesíodo. Teogonía, 190.
(12) Diderot, Denis. «Recensió del Viatge de Bougainville». Apèndix en Coses de dones i homes: tal com certament s’esdevingueren a França i Tahití. Barcelona: Edicions de 1984, 2003.
(13) Caesar, Caius Julius. Commentariorum De Bello Gallico. Lib. V, Cap. 14,2. «Todos los britanos se tiñen con pastel, lo cual les da un color azul».
(14) Fesche, Cha
rles-Félix. Remarques et description de l’île de la Nouvelle-Cythère. Citado en Scemla:687.
(15) François Bouchet (1703-1770) fue un pintor destacado del estilo rococó, que pintó muchas escenas pastoriles y mitológicas. Véase, por ejemplo, El Triunfo de Venus, o Desnudo en reposo.
(16) Notas biográficas de Commerson en Scemla:1136,1137,L. Sus citas son de Post-Scriptum sur l’île de Tahiti, en Scemla:1109-1111.
(17) Nombre del virrey del Perú, don Manuel de Amat y Junyent, promotor de las expediciones españolas a Tahití. El apellido Amat, de origen catalán, significa literalmente «amado».
(18) Andía, op.cit.:45.
(19) Langdon, Robert. The Lost Caravel. Sydney: Pacific, 1975. La carabela perdida sería la San Lesmes de la expedición de García Jofre de Loaisa en 1526.
(20) Scemla, op.cit.:1142
(21) Notas biográficas de Banks en Scemla:1131,1141 y Grenfell:14. Sus citas son de The Endeavour Journal of Sir Joseph Banks, 1768-1771, citado en Scemla:442,444, y de la versión en línea de Australian Studies Resources, University of Sydney,
(22) Banks:120. Se refiere a Comus, A Mask, de John Milton, 1634. Está describiendo los arioi, una secta de guerreros que disfrutan de grandes privilegios, entre ellos el amor libre con continuas fiestas, y que practican el infanticidio para no tener hijos.
(23) Melville, Herman. Typee. Hertfordshire [UK]: Wordsworth, 1994, p.125.
(24) Notas biográficas de Forster en Scemla:1154-1156. Sus citas son de A Voyage Round the World, citado en Scemla:446,638,891,962.
(25) Odisea 8.452.
(26) Scemla:1115. La exploración de la Polinesia es fundamentalmente española en el s.XVI, holandesa en el s.XVII, y francesa, inglesa y española en el s.XVIII. Pero es en Paris y Londres donde los relatos de los viajes tienen éxito, traduciéndose inmediatamente unos a otros. En Alemania tuvo alguna repercusión entre intelectuales y en España el fenómeno pasó desapercibido. Solo Jovellanos reconoce leer a Cook. Los relatos españoles no se publicarían hasta el s.XX.
(27) Alcoberro, Ramon. Diderot a Citera: Eros i Thànatos al segle de les Llums.
(28) Banks declaró más tarde en el juicio contra los amotinados de la Bounty: «Es hora de ser franco […] En las islas de los Mares del Sur hay una desinhibida aceptación de la sodomía así como una amplia aceptación de las relaciones orales. No se consideran inusuales, de hecho los marineros del Endeavour se referían a estas mujeres como de “tres agujeros”».
(29) Diderot, Denis. Supplément au voyage de Bougainville. 1796. Incluido en la edición de nota 12. Versión en línea en Association des Bibliophiles Universels.
(30) Adams, Henry. South Sea Letters, citado en Scemla:1082.