Psicoterapias imaginativas y sueños

El reconocimiento del poder terapéutico de las imágenes puede tener su punto de partida en la psicología filosófica de Aristóteles (siglo IV a. d. C.). Aristóteles sitúa la actividad imaginativa como una frontera entre lo psíquico y lo somático.

Esta interpretación de carácter holista no fue interrumpida hasta el surgimiento del dualismo cartesiano en el siglo XVII. Hasta Descartes era frecuente considerar que las enfermedades procedían de la imaginación y que podían tratar de superarse trabajando sobre esta. En el campo psicológico se da al final del siglo XIX y comienzo del XX una reaparición de enfoques holistas y una revalorización de las imágenes que, si bien duró únicamente hasta el rechazo de los mismos provocado en los años treinta por influencia de Watson, pueden considerarse como los antecesores del actual movimiento de la oniroterapias.

Pierre Janet (1898) para facilitar la superación de las “ideas fijas” en los pacientes histéricos encontró eficaz la práctica de sustituir una imagen por otra, técnica que según muestra Crampton (1974) perdura actualmente. Alfred Binet (1922) denominó “método del diálogo” su técnica provocadora de un peculiar estado de introspección en el cual el paciente dialogaba con las imágenes visuales. El alemán Carl Happich (1932), en la línea de Binet, y en un enfoque terapéutico en el que las imágenes ocupaban un espacio primordial, facilitaba el contacto con un estado mental que denominaba “zona mediativa” -intermedia entre el consciente y el inconsciente- y en la que introducía imágenes simbólicas como el prado, la montaña, etc. que posteriormente también han sido utilizadas por otros modelos terapéuticos, entre otros Krestchmer (1969) y Leuner (1977).

Probablemente fue Eugene Caslant (1921) el primero en proponer al sujeto la fantasía de ascensión en un espacio imaginario, como técnica facilitadora del crecimiento personal, elemento imaginario que se aumenta posteriormente en el Ensueño Dirigido de Desoille y en la Psicosíntesis de Assagioli. Destacan finalmente como un hito importante de principios de siglo, en la historia de la presencia de imágenes en la psicoterapia, las metodologías de los alemanes J.H. Schultz (1959) y Ludwig Frank (1910), y del suizo Mar Guillerey (1945). El primero, creador, en colaboración con Luthe, del denominado entrenamiento autógeno”, conducía a los pacientes, con la ayuda de imágenes, al logro de las mismas sensaciones fisiológicas que se experimentaban en los estados hipnóticos y que facilitaba trabajos terapéuticos. L. Frank provocaba un tipo de relajación profunda que daba lugar a la emergencia de imágenes hipnagógicas a las que atribuía efectos catárticos. Guillerey práctico ya desde 1925 la fantasía dirigida.

En cuanto al paradigma psicoanalítico, su iniciador, Freud, la utilizó un breve tiempo como elemento psicoterapéutico, precisamente al abandonar el uso de la hipnosis y preferir un procedimiento que pudiese estar bajo el control del paciente y en concreto el uso de las imágenes de la fantasía.


Entre los grandes maestros de la psicoterapia de principios de siglo es imprescindible destacar a Jung como uno de los iniciadores del uso terapéutico de las imágenes y que es quien ofrece una influencia de mayor peso en las oniroterapias actuales. Jung entiende la imaginación como un proceso creativo de la psique que permite una mayor integración individual, interpersonal y espiritual; y considerando la unidad mente-cuerpo como un proceso vital, interpreta la imaginación como un medio de percibir y experienciar dicho proceso.

Para Jung, la denominada por él “imaginación activa” es de especial interés en el proceso terapéutico, aunque considere arriesgado su uso antes de la fase final de la terapia. Para él las imágenes son activas por si mismas: de ahí que no acepte las intervenciones del terapeuta durante sus manifestaciones, ni siquiera en la forma moderada en que lo hace el “Ensueño Dirigido” de Desoille, extremo no compartido por sus seguidores actuales. Considera que el poder de estas imágenes dinámicas, durante la sesión terapéutica, es superior al de los sueños, de cara a revelar el inconsciente y para animar la maduración en el análisis del paciente.

Ya desde los inicios de la revolución conductista, el tema de las imágenes quedó descalificado y eliminado de la investigación psicológica. Las imágenes se incluían entre esa serie de “cuestiones especulativas” o “conceptos mentalistas” que según Watson (1913) no es posible someter a tratamiento experimental, y que, lamentablemente según él, habían acaparado la atención de muchos psicólogos introspeccionistas.

A partir de estas declaraciones de la cabeza visible del cuerpo de los psicólogos investigadores se comprende, que estos ignorasen la realidad de las imágenes y se centrasen exclusivamente en las asociaciones lingüísticas y conductales. Durante unos cuarenta años, como ha destacado Holt (1964) las imágenes fueron condenadas al ostracismo. Es a partir de los años sesenta, cuando se manifiesta en representantes de modelos teóricos diversos, un decidido retorno a la investigación psicológica de las imágenes y de sus aplicaciones terapéuticas.

ONIROTERAPIAS. MODELOS QUE TRABAJAN PRINCIPAL O EXCLUSIVAMENTE A PARTIR DE LA ESPONTANEIDAD DE LA IMAGEN

Ensueño dirigido de Robert Desoille

Este método se basa, con palabras de Launay “en la utilización, con fines terapéuticos, del simbolismo de lo imaginario puesto en movimiento en una específica relación entre paciente y terapeuta […]constituye un método cuya especificidad se apoya a la vez en la producción de un material simbólico y en la comprensión del sentido de ese material” (1982). Probablemente sea Desoille el autor que haya elaborado, por primera vez, de forma sistemática, un modelo que facilite, además de la expresión y análisis de las experiencias emocionales del sujeto, la movilización de tales experiencias para facilitar cambios terapéuticos.

Entre los autores que Desoille tubo más en cuenta y que pueden haber ejercido una mayor influencia sobre él se encuentran Janet, Freud, Jung y Pavlov.

El Ensueño dirigido, estado intermedio y desvanecido entre la vigilia y el estado de sueño, entre lo ‘fisiológico’ y lo ‘psíquico’, es en esencia el reflejo de aquella reserva inagotable en la que el sujeto haya acumulado desde el nacimiento, sus angustias, sus temores, sus deseos, sus esperanzas permanentes, factores determinantes de su comportamiento frente al mundo exterior.” Desoille,1961/74).Los pasos básicos en la aplicación de la técnica -previa una anamnesis médico-psicológica- se resumen en:

a) Facil
itar en el paciente un estado de relajación muscular y mental y de atención sobre si mismo, que Desoille entiende como “estado hipnoide”.
b) Suscitar el ensueño a partir de alguna imagen inicial, y guiarla en su desarrollo a través de algunas intervenciones específicas.
c) Diálogo verbal para facilitar la comprensión de lo que puede revelar el ensueño, en vistas al autoanálisís del paciente y su cambio terapéutico Desoille, después de constatar algunas coincidencias en las simbolizaciones imaginarias de los pacientes, estableció el uso habitual de seis” (espada, jarrón, bruja, brujo, dragón, bella durmiente del bosque). La evolución posterior del Ensueño dirigido ha conducido a un uso más espontáneo de dichas “imágenes iniciales”, siendo frecuentemente “la primera imagen que se le ocurra” u otras sencillas como un paisaje, un objeto o un cuadro.

 

Es frecuente la alternancia de sesiones dedicadas a la vivencia del sueño y de sesiones centradas en el análisis del mismo. Al inicio del ensueño se le indica que inhiba toda actitud crítica, y que recuerde luego todo lo que paso por su mente. Puede considerarse la sucesión de tres etapas en el tratamiento: la fase primera, en la que se practican unos seis ensueños dirigidos, por medio de los cuales se enfrenta al paciente con todo tipo posible de situaciones vitales y se analiza su forma habitual de reaccionar ante ellas; la fase segunda en la que se le facilita el hallazgo de posibles respuestas alternativas no ejercitadas anteriormente y a desarrollar nuevas actitudes; y la fase tercera en la que se le ayuda a pasar de la experiencia imaginaria a la práctica real.

Imaginería afectiva guiada de Hans Leuner

La primera descripción de este método aparece en 1954 en lengua alemana; desarrollándose posteriormente como sistema en el marco de una terapia orientada psicoanalíticamente. Este modelo se practica normalmente, o bien como psicoterapia breve, con una duración entre 15 y 30 sesiones, o bien como psicoterapia más profunda, en vistas a un cambio estructural de la personalidad, en cuyo caso se prolonga más, pero resultando siempre de mayor brevedad que el psicoanálisis clásico. Su campo de acción abarca el análisis de la motivación inconsciente, la interpretación del simbolismo, los mecanismos de defensa, el papel de la transferencia y la contratransferencia y el significado terapéutico de la liberación de los impulsos afectivos. Pero Leuner tambien reconoce explícitamente que debe mucho a Jung como inspirador de su trabajo, y que este le aporta también una base teórica para su método, aunque considerando que no viene al caso los típicos temores expresados por los jungianos respecto a la “manipulación de los arquetipos”.

Un principio básico del método de Leuner afirma que solo debe utilizarse aquel tipo de material imaginario que permita al psiquismo del cliente expresarse espontáneamente y sin resistencia.

Psicoterapia eidética de Akhter Ahsen

El pakistaní Aktiter Ahsen es el creador de este modelo sumamente original e independiente. Aparecen semejanzas de su trabajo con Jung -cuya influencia tiene peso sobre el autor- y con las oniroterapias europeas de Desoille y Leuner, pero se dan entre otras las siguientes diferencias; a) La imaginería de la terapias eidética no consiste en narraciones o viajes imaginarios; b) el elemento clave lo constituye la imagen eidética. Ahsen la define como “una imagen visual normal que es experienciada con pronunciada viveza, aunque no necesariamente evocada en el tiempo de la experiencia por una situación actual, es vista en el interior de la mente o fuera en el sentido literal de la palabra, y esta visión se acompaña de ciertos eventos somáticos, como también de un sentimiento de significado: la experiencia total en todas sus dimensiones excluye la posibilidad de que sea patológica” (Ahsen, 1977, p. 6).

Lazarus creador de un enfoque conductual cognitivo multimodal, tecnológicamente ecléptico no se recató de afirmar: “Comparados con los penetrantes análisis de Akhter Ahsen sobre la formación de las imágenes y sobre el proceso eidético, todos los otros usos clínicos de las imágenes aparecen como singularmente embrionarios” (Lazarus, 1972): y refiriéndose al conjunto del modelo lo considera “un hito en el desarrollo de un sistema de psicoterapia eficaz verdaderamente integrador y comprehensivo”.


El método de Ahsen se muestra eficaz para una gran variedad de trastornos, pero destaca su efectividad terapeútica respecto a los problemas psicosomáticos. Ahsen considera probable que la imagen eidética es el único suceso psíquico “que es fundamentalmente psicosomático y une mente y cuerpo en un todo singular indiferenciado” (Ahsen, 1968, p. 45, cit. por Sheikti, 1978).

Psicoterapia de la imaginación de Joseph. E. Shorr

Shorr define su método de “Psicoterapia de la imaginación” como: un proceso fenomenológico y dialógico con mayor énfasis en el significado subjetivo a través de la modalidad del ensueño (imaginería despierta) e imaginación.

“La proposición fenomenológica básica de la Psicoterapia de la Imaginación reconoce la necesidad del individuo de llegar a darse cuenta de cómo se define a sí mismo en relación con los otros, y como siente que los otros le definen. Por ejemplo: Cómo yo me veo a mí. Cómo yo te veo a ti. Cómo yo veo que tú me ves. Cómo yo veo que yo te veo” (Shorr, 1981, p. 697).

En su concepción sobre la personalidad se encuentran integradas las teorías de R.D. Laing y de H.S Sullivan. Shorr tiene presentes la revalorización de la función de las imágenes que hicieron Jung, Ferenczi, e incluso Fromm, que “aconsejó a los analistas practicar el más pleno uso de su imaginación y sugirió el uso de los métodos de imaginación activa para mejorar el flujo de las asociaciones libres de los pacientes” (Shorr, 1981, p. 695). Para Shorr, el conocimiento de las experiencias imaginarias (visualizaciones) de una persona son un requisito para una comprensión profunda de toda persona como individuo y como integrante del género humano. Por otra parte, una ventaja importante, según él, del uso de la imaginería en la terapia lo constituye frecuentemente el hecho de que conduzca a un incremento de la motivación y compromiso del terapeuta a causa de la naturaleza dramática del material recogido.

Clasifica una larga serie de tipos de prácticas terapéuticas imaginarias -más de cien tipos- en un conjunto de categorías de las que las principales son: la imaginería espontánea, la fantasía guiada, la fantasía de la imagen de sí mismo, imágenes dobles (dos fuerzas, dos muñecas, dos animales, etc.), imaginería corporal, imaginería sexual, imaginería parental, imágenes de la muerte, imágenes de tareas, imágenes catárticas (p.e. la fantasía de enfrentamiento con el padre “malo”), etc.

La ps
icoterapia de la imaginación trata de situar al paciente, por medio de las visualizaciones mentales, en situaciones especiales que pueden evocarle experiencias de interacción dolorosas en áreas problernaticas de la vida y que le permiten volverlas a experimentar de otras formas, de manera análoga a lo que hemos visto en los métodos de Desoille y de Leuner, pero con una mayor variedad y flexibilidad en cuanto a los tipos y ejemplos de imaginación que se aplican. Aquí no aparece la importante presencia de interpretaciones freudianas que perduran en aquellos dos modelos.

Los preámbulos del procedimiento siguen los pasos habituales de las oniroterapias: relajación, ojos cerrados, semioscuridad, voz suave del terapeuta, silencio ambiental, etc. A continuación el terapeuta sugiere el tipo específico de situación imaginaria apropiada para provocar un material de interés en el proceso de autoconocimiento o de cambio terapéutico. Las respuestas del paciente ayudan a discernir aquello que está dispuesto a examinar, o para lo que está preparado, o lo que parece negar. “Las respuestas del paciente a determinadas situaciones estructuradas frecuentemente conducen de forma precisa a estados emocionales -aquí y abora- que tienen sus raíces en el pasado. El terapeuta energetiza entonces la situación y las interacciones personales con el paciente y le anima en su elección de acción dentro de la situación. Esto le ayuda finalmente para una mayor elección de acción
en su realidad externa” (Shorr, 1981, p. 701).

Psicosíntesis de Roberto Assitgioli

Nos encontramos aquí con un modelo que no reune todas las características de las oniroterapias si por éstas entendemos las que recurren a las fantasías guiadas como procedimiento casi exclusivo, aparte de los métodos de interacción verbal imprescindibles para el análisis y elaboración de lo experimentado en aquellas. De todos modos dado el gran peso y riqueza de matices con que se ha venido utilizando este recurso en Psicosintesis -probablemente no queremos excluirla de este apartado.


“La imaginación en el sentido preciso de de la función evocadora y creadora de imágenes, es una de las más importantes y más expontaneamente activas en sus dos aspectos aspectos, consciente e inconsciente. Por ello es una de las funciones que debe ser regulada cuando es excesiva o dispersa; desarrollarla cuando es debil inhibida; y finalrnente ampliamente utilizada dada su gran potencia.

“Esto explica por qué en la terapia psicosintética nos ocupamos de ella de forma especial, más si se tiene en cuenta que el uso de la imaginación es uno de los medios mejores para alcanzar la sintesis de las diversas funciones” Assagioli, 1965/1973, p. 124). Assagioli no sólo recurrió al uso de las visualizaciones mentales sino también a las imágenes cinestésicas, táctiles, gustativas y olfativas.

Al igual que se sostiene en las oniroterapias, en Psicosíntesis se tiene en cuenta el caracter de las imágenes como símbolos de contenidos de psiquismo.”La tecnica de la fantasía guiada es capaz de revelar material inconsciente del mismo modo que lo hacen los sueños, mientras ofrece la ventaja de permitir que la conciencia y la voluntad de la persona interactue con ese material. Por ello crea un puente entre los niveles consciente e inconsciente de la mente” (Crampton, 1981, p. 718).

OTRAS TERAPIAS QUE INTEGRAN LA IMAGINERÍA ESPONTANEA

Nos referimos aquí a aquellos métodos que, reconociendo la vida propia de las iniágenes mentales, no las emplean como procedimiento exclusivo ni necesariamente el principal. Solo señalaremos las más difundidas.

El Focusíng de Eugene Gendlin, recurre con frecuencia a la fantasía guiada y expontánea en dos de los seis movimientos que integran el conjunto del procedimiento: en el primero denominado “Despejar un espacio” y en el segundo “Formar la sensación-sentida del problema”.

La Terapia de la Gestalt de Fritz Perls utiliza la fantasía con cuatro finalidades principales: “1) establecer contacto con un acontecimiento, un sentimiento o una característica personal resistidos; 2) restablecer contacto con una persona que no esta disponible, o con una situación inconclusa; 3) explorar lo desconocido; 4) explorar los aspectos nuevos o desacostumbrados de uno mismo (Polster, 1973/1980, p. 241).

Entre las creaciones geniales de este autor es imprescindible destacar el diálogo gestáltico, clásicamente denominado la técnica gestáltica de las dos sillas. puedes permitir que surja una imagen en la silla o cojin vacío que tienes enfrente, hablarle, sentarte en el asiento opuesto y “ser la imagen” y responder. Es asombroso que por el simple hecho de cambiar de asiento y tomar asi otro punto de vista, podamos acceder a una perspectiva completamente nueva, sino incluso a una información
concreta que uno habría jurado que no conocía.

En el Análisis Transaccional (A. T.) de Eric Berne. Es destacable el trabajo del A.T. con los cuentos de hadas u otros cuentos o historias de relevancia en la historia emocional del cliente, reviviendo con la fantasía secuencias de los mismos en las que el sujeto se expresa desde el personaje con el que se identifica principalmente, y del que se analizan sus peculiares “posiciones vitales”, “mandatos inhibidores”, en vistas a facilitar la superación del “guión de la vida”.

El método del Diario Intensivo de Ira Progroff, “está especfficamente encaminado a ofrecer un instrumento y técnicas por las que las personas puedan descubrir dentro de sí mismas los recursos que ellas desconocían poseer. Se trata de permitir dirigirles el poder de contacto profundo fuera de las experiencias actuales de su vida, de tal forma que puedan reconocer su propia identidad y armonizarla con la identidad más amplia del universo tal como lo experimentan” (Progroff, 1975, p. 10). En este método se utilizan una serie de técnicas basadas especialmente en diálogos imaginarios con partes de uno mismo.

En cuanto al Psicodrama de Moreno, y sin necesidad de señalar las diversas variantes del psicodrama que han ido surgiendo a partir de la creación original de su iniciador, es un hecho que su práctica implica un ejercicio de la fantasía acompañada de movimiento, gesto, interacción y palabra, bien para intentar desbloquear una situación traumatizante pasada bien para afrontar una situación difícil.

La Terapia emotivo-reconstructiva de Morrison se interesa en recordar y revivir emocionalmente experiencias primeras en vistas a sustituir el sistema de construcción perjudicial que aquellas suscitaron por otro más de acuerdo con la realidad actual del adulto. Este procedimiento recurre habitualmente a las imágenes como agentes terapéuticos primarios.

Otros métodos con un denominador común análogo a los ant
eriores en cuanto al uso de la imaginería son las diversas variantes de arte terapia y danza terapia y la programación neurolingúistica de Bandler y Grinder.

IMPORTANCIA DEL TRABAJO CON IMAGENES

Podemos distinguir, con Horowitz (1978, 1983), tres Tipos o modos de representación del pensamiento, o si se prefiere, tres dimensiones de cognición y expresión: la motriz, la imaginaria, y la lingüística o verbal.

Tras un largo período de acentuado predominio del lenguaje, en la interacción terapeútica, nos encontramos con un pluralismo de modalidades extendido en los últimos treinta años, en buena parte a partir del movimiento psicológico humanista.

Horowitz (1974, 1983), destaca cuatro tipos de usos principales con imagenes:


1) Obtener información útil para el estudio o diagnóstico de un caso. La imagineria peculiar de cada sujeto facilita pronto información sobre los conceptos de si mismo, los patrones interiorizados de relación interpersonal, la capacidad expresiva, los estilos de defensas.

2) Facilitar la comprensión empática del terapeuta respecto al paciente. Permite al terapeuta formar en su interior imagenes como las descritas en las fantasias y sueños del sujeto, y pede captar contradicciones entre dichas imagenes y la comunicación verval del cliente que delaten alguna posible dificultad en la relación.

3) Facilitar la expresión y el trabajo sobre temas conflictivos normalmente evitados o no integrados. Dada la acusada vinculación de las imágenes con los procesos emocionales, una visualización de la
experiencia puede permitir la liberación de emociones y consiguientes cambios.

4) Transformación de sentimientos y actitudes. Los ejercicios imaginarios, con su comprobado poder evocativo de emociones, pueden practicarse para facilitar los cambios en estas, por ejemplo en situaciones de ansiedad patológica ante expectativas de sucesos futuros. No son suficientes todavía las investigaciones que prueben empíricamente la superioridad de la eficacia terapéutica de las imagenes, respecto a otros canales de comunicación, utilizada de forma exclusiva para facilitar el cambio intrasesión de una serie de problemas y en determinadas fases del proceso terapéutico.

Recopilando una relación de aportaciones en este sentido, Sheikh y Jordan (1983) señalan autores que muestran la eficacia comprobada de las imagenes respecto a una gran variedad de trastornos neuróticos y psicosomáticos (Ahsen, 1968; Sheikh, Richardson y Moleski, 1979; Sheikh, 1983), trastornos dibersos de ansiedad y fóbicos (Singer, 1974; Meichenbaum, 1977), trastornos depresivos (Schultz, 1978), disfunciones sexuales (Singer y Switzer, 1980), insomnio (Sheikh, 1976), obesidad (Bornstein y Sipprelle, 1973).

Los usos terapéuticos de las imágenes han sido reconocidos en cierta medida por la mayoría de las ramas de la psicología y la psicoterapia, tanto de corte psicoanalítico como conductista, humanista o transpersonal. Algunos enfoques se especializan en guiar a las personas por medio de imágenes habituales como prados, colinas, cuevas o encuentros con seres sabios o guías, que tienen un poder y significado universales. Otros utilizan los símbolos o imágenes oníricas propias de la persona de la persona como base para la exploración individual. Otros apuntan a sacar partido de las imágenes para reducir el estrés y crear cambios positivos en la vida de las personas. Las imagenes se están aplicando eficazmente no solo en psicología y psicoterapia sino tambien en medicina, deportes , pedagogía, negocios, formación de la creatividad y desarrollo espiritual. Prácticamente cualquier actividad humana puede ser potenciada de una manera u otra por medio de las imágenes. No obstante, es de lamentar que a pesar de la multitud de teóricos y profesionales que usan actualmente las imágenes y la visualización, éstas se sigan considerando, desde el punto de vista convencional, como un enfoque “alternativo” y no formen parte integral de las instituciones médicas o educativas tradicionales (Dina Glouberman, 1989).

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